lunes, 2 de marzo de 2009

Esperanza, la niña lumbrera

La chica nació y a los dos días fue abandonada a su suerte, o más bien dicho a la suerte que pudiera tener con sus cuidadoras. Los padres tenían el don de convertirlo todo en dinero, por lo que fascinados por esa cualidad suya que multiplicaba sus bienes a cada instante, dejaron a la niña en manos de un ejército de nodrizas. Las mujeres, al saberse libres del ojo avizor de sus jefes, dejaban pasar la jornada coqueteando por teléfono con sus novios y amantes, dormían largas siestas en los innumerables dormitorios de la casona y ya bien entrada la tarde y cuando los padres de la niña estaban a punto de llegar, la mudaban y le daban de beber esa leche espesa de sus opulentos senos.

Esto provocó que la chica despertara al entendimiento a muy temprana edad, hecho que gracias a su astucia, ocultó a los ojos de todos, simulando ser un tierno bebé que sólo veía oscilar el móvil de monitos animados sobre su cabecita. Muy pronto, se dio cuenta que esas mujeres que la desatendían con tanta desvergüenza estaban estafando a sus padres, que la mansión se convertía a menudo en una casa de citas y que los tipos que concurrían a esas pecaminosas reuniones eran de dudosa calaña. Por lo que, una tarde, arrastrándose por el piso y ocultándose a los ojos de esas timadoras, logró hacerse de una cámara de video y grabó todos estos hechos. Luego, se dirigió al dormitorio de sus padres y guardó la cinta en uno de los veladores con una nota que decía: "Revisen esto y luego procedan. Madame Misterio." Esperanza, que así se llamaba la niña, tenía a la sazón, sólo cuatro meses,

Las nodrizas fueron despedidas de inmediato y la madre de Esperanza tuvo palabras de agradecimiento para la tal Madame Misterio, pero muy pronto se olvidó de todo y se dedicó de lleno a revisar las alternativas bursátiles y las ofertas comerciales. En reemplazo de las mujeres despedidas fue contratada una mujer de aspecto respetable que se encargaría de prepararle sus mamaderas a la niña, de mudarla y cantarle canciones de cuna. Esa sería su única ocupación, ya que para el aseo se había contratado a otra mujer, la cual realizaría todos los días sus labores y se marcharía de inmediato. Esto significó que mujer y niña se lo pasaran solas en la inmensa vivienda, la mujer cumpliendo sus labores y la niña vigilando sus movimientos y esperando el instante preciso para escaparse al escritorio de su padre, en donde se dedicaba a escribir profundos artículos de cientismo político.

Virgilia le cantaba el arrurrupata a la chica y esta simulaba estar muy contenta en sus brazos rollizos, aunque, en realidad, lo único que deseaba era que la mujer acabara con sus arrumacos para poder continuar con la novela que estaba escribiendo y que versaba sobre la revolución bolchevique.

Como todo tiene su ciclo, la mujer debió partir del hogar de los millonarios y fue en ese momento cuando Esperanza, a sus cortos dos años, les dijo a sus padres que ella podía arreglárselas sola y ante la mirada dubitativa de sus progenitores, se dirigió a la cocina y preparó un fino plato que luego colocó en la mesa para que fuese degustado. Padre y madre lo hicieron y quedaron muy asombrados con el talento culinario de esa diminuta cocinera. Lo que los dejó pasmados, fue el libro publicado por Esperanza “Una Luz para los Países Tercermundistas”, sesudo ensayo en que la pequeña daba pautas para acabar con el enclaustramiento de los países de África y América. Esto convenció a los padres que debían permitir a Esperanza que se las arreglara sola en la inmensa casona, por lo que le entregaron las llaves y la libertad para que ella hiciera lo que se le antojara.

A los cinco años, Esperanza era una afamada crítica literaria que había publicado ya más de un centenar de libros de todo tipo, destacándose una multitud de ensayos, innumerables tratados de Filosofía, Economía y Teología, era columnista en los diarios más influyentes del país e impartía clases de Lenguaje por Internet.

Pero era una chica solitaria. Vagaba por las diversas habitaciones casi todo el día, contemplando a través de las ventanas como se desarrollaba allá afuera una vida que le parecía muy extraña, con una diversidad de seres que transitaba por las calles con la mirada fija y muchos niños que correteaban sin ningún sentido por las aceras. Se sabía excluida de esa vida, muy ajena a esos movimientos catárticos y se refugiaba en sus libros y en sus múltiples actividades, tratando de olvidarse que ella era un caso muy particular para el común de los mortales.

Hasta que llegó ese gato que cambiaría su vida. Era un cachorrito muy bello que apareció una mañana en su ventana, contemplándola con sus enormes ojos color esmeralda. Ella lo trató de atrapar pero eso no fue necesario porque el minino no hizo amago de huir y muy por el contrario, se dejó tomar y acariciar y una vez que Esperanza lo soltó, el animalito ya no quiso despegarse de ella y ronroneaba y se apegaba a sus cortas piernecitas. Fue un amor instantáneo y fulminante que desestabilizó por algún tiempo la carrera de la niña, quien desde ese momento le ofreció todo su cariño a ese gatito que se negaba a separarse de ella.

Chesterton y Esperanza, desde entonces pululaban por la casona como dos pequeñas almas en pena. Pero ahora la chica se sentía feliz por ese cariño que había llegado para humanizar su corazón. El gato, por su parte, imitaba en todo a su ama y muy pronto aprendió a escribir y a redactar como los dioses. Pasado dos años, gato y niña o niña y gato, se habían mimetizado de tal forma que comenzaron a escribir obras a cuatro manos o, mejor dicho, a dos manos y dos patas delanteras, creando fabulosas narraciones que más tarde se transformarían en obras inmortales.

Los padres, a todo esto, ya eran tan inmensamente ricos que nunca más se aparecieron por la mansión, tan ocupados estaban de amasar fortuna que se olvidaron de su hija y sólo vivieron para sus negocios y sus cuantiosos réditos. Esperanza se resignó a ese tipo de existencia y como su gato era todo un intelectual, pronto la casa cobró nueva vida, las discusiones entre felino y chica o chica y felino alcanzaron niveles ajedrecísticos y quien salió más favorecido con todo esto fue un minúsculo ratoncillo que de tanto escuchar discutir sobre temas tan interesantes, aprendió a dialogar y a escribir como todo un consagrado. Pronto fue aceptado en la mesa y apadrinado por ese par de portentos, siendo bautizado como Daniel Defoe. Más tarde fue una paloma, después una ardilla e incluso un grillito que dada su imposibilidad de comunicarse con los demás, se encargó de amenizar las continuas reuniones con sus fabulosas tocatas. Y colorín colorado, este cuento se acaba a medias, porque la niña está experimentando para transformarse en gata, todo esto muy a escondidas de su minino, ya que su intención es darle una grata sorpresa. Lo que ignora es que el gato, por su parte, realiza los mismos experimentos para transformarse él en un niño. ¿En que acabará todo este desatino?..

PD si saben el autor de este cuento lo agradecere porque de donde lo baje no puso su nombre

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