lunes, 19 de octubre de 2015

Un Perfecto Angel


Era tarde, la 1:01 am exactamente, quedé dormida en un profundo sueño al cabo de unos minutos.
Veía algo iluminarse, era… Una persona. ¿Persona? ¿Qué acabo de decir? No, era algo inhumano.
Cada vez se acercaba mas a mí, de repente comenzó a hablarme. Se me hacía difícil entenderle lo que decía.
– ¿Sabes cuál es la mejor elección? – dijo aquella inhumanidad – no arrepentirse de nada… – A pesar de tener yo los ojos como platos no lo veía bien, no lo sabía distinguir, su voz era suave.
Pero el continuaba hablando:
– Tienes la oportunidad de ayudar, no importa si no lo deseas. Pues aquí te queda, ayuda a alguien, dale buenos consejos y no seas ignorante, y así todo está bien
No era capaz de responder ni de preguntar algo, estaba demasiado impactada. Poco a poco se fue desvaneciendo hasta que despareció por completo.
'Tringg tringg'
Abrí inmediatamente los ojos al escuchar ese sonido, la alarma. Me organicé para ir al colegio y salí. Tenía sin embargo muchas preguntas y dudas. ¿Eso que vi era real? No lo sé.
Estaba sentada ya en el aula, mirando hacia el piso y recordando todo lo que había visto, pero cada vez se veía más borrosa la imagen, mas no las palabras, esas si las recordaba con exactitud.
-¡ Oye! ¡Aterriza, si aquí! Tienes cara de que te hubieran espantado – dice mi amiga de al lado
– Si, claro, eso es, me espantaron
– ¿Pero qué dices? Cuéntame todo – preguntó intrigada
– Fue como una especie de fantasma – respondí algo
– ¿Fantasma? Tenía una sábana encima…
– No, claro que no…
– Entonces no era un fantasma – dijo – ¡ya se! si era espantoso y no tenía una sábana, ¡Entonces era un zombi! claro, con la cabeza ladeada, con los brazos estirados y con huecos en vez de ojos…
– ¡No! no era un zombi…
– ¿No lo rodeaba la oscuridad? – interrumpió
– No, al contrario, lo iluminaba una intensa luz blanca
– Ajá que emocionante – dijo con sarcasmo – Eso no puede ser cierto ¿Qué viste?
– Me habló…- claro que me habló pero ¿le diría a ella todo lo que había oído? No.
– Bueno no importa, mírala a ella, creo que necesita explicación – dijo sin mostrar más interés en el tema
¿Explicación? ¿Eso significa ayuda? Todas las cosas se hacían coherentes, si quería que diera consejos era mi oportunidad.
***
Y perfecto, así fue, eso era lo que debía pasar, ayudarle y así mantener contento al… ¿Ángel? Sí, eso es, era un ángel.
Sin saberlo me estaba ayudando, en mi diario vivir lo escuchaba en cada sueño
Y así fue como creí en la Verdad, transmitida a través de un Ángel…
Un perfecto Ángel
Fin

miércoles, 7 de octubre de 2015

El Problema


Un gran maestro y un guardián compartían la administración de un monasterio zen.
Cierto día el guardián murió, y había que sustituirlo.

El gran maestro reunió a todos sus discípulos, para escoger a quien tendría ese honor. "Voy a presentarles un problema dijo-. Aquel que lo resuelva primero será el nuevo guardián del templo".

Trajo al centro de la sala un banco, puso sobre este un enorme y hermoso florero de porcelana con una hermosa rosa roja y señaló: "Este es el problema".

Los discípulos contemplaban perplejos lo que veían: los diseños sofisticados y raros de la porcelana, la frescura y elegancia de la flor... ¿Qué representaba aquello? ¿Qué hacer? ¿Cuál era el enigma? Todos estaban paralizados.

Después de algunos minutos, un alumno se levanto, miró al maestro y a los demás discípulos, caminó hacia el vaso con determinación y lo tiró al suelo.

"Usted es el nuevo guardián -le dijo el gran maestro, y explicó-: Yo fui muy claro, les dije que estaban delante de un problema. No importa qué tan bellos y fascinantes sean, los problemas tienen que ser resueltos.

Puede tratarse de un vaso de porcelana muy raro, un bello amor que ya no tiene sentido, un camino que debemos abandonar pero que insistimos en recorrer porque nos trae comodidades. Sólo existe una forma de lidiar con los problemas: atacarlos de frente. En esos momentos no podemos tener piedad, ni dejarnos tentar por el lado fascinante que cualquier conflicto lleva consigo".

viernes, 2 de octubre de 2015

Las Dos Ranita


Resulta que había dos ranitas que aprovechando su día libre salieron a pasear por una hermosa mansión. Cuando llegaron a la cocina en busca de algo de comer, se resbalaron en unas gotas de aceite para caer en una gran olla de crema.Ambas desesperadas comenzaron a defenderse de la masa movediza que las iba devorando, hasta que una de ella dijo:-Querida amiga ha llegado mi hora, por más que me esfuerce nunca podré salir con vida de esta situación, no tengo opción yo me entrego, mi vida ha terminado… Y dejando de patalear, lentamente fue desapareciendo de la superficie.


La amiga, por su parte pensó: Yo no sé si hoy es mi día, así que no me entregaré, en todo caso seguiré luchando hasta que Dios me llamé, pero que antes observe que hice todo lo imposible para conservar mi vida.La ranita siguió sin descanso moviendo sus patas, y lo hizo con tanta decisión y con tanta voluntad,que sin darse cuenta la crema se convirtió en manteca, pudiendo pisar firme y escapar tranquilamente.

martes, 22 de septiembre de 2015

El Hijo Más Sagaz


Una historia de Etiopía nos presenta a un anciano que, en su lecho de muerte, llamó a sus tres hijos y les dijo:
- No puedo dividir en tres los que poseo. Eso dejaría muy pocos bienes a cada uno de vosotros. He decidido dar todo lo que tengo, como herencia, al que se muestre más hábil, más inteligente, más astuto, más sagaz. Dicho de otra forma, a mi mejor hijo.
He dejado encima de la mesa una moneda para cada uno de vosotros. Tomadla.
El que compre con esa moneda algo con lo que llenar la casa se quedará con todo. Se fueron.
El primer hijo compró paja, pero sólo consiguió llenar la casa hasta la mitad.
El segundo hijo compró sacos de pluma, pero no consiguió llenar la casa mucho más que el anterior.

El tercer hijo -que consiguió la herencia- sólo compro un pequeño objeto. Era una vela. Esperó hasta la noche, encendió la vela y llenó la casa de luz.

jueves, 17 de septiembre de 2015

El Rencor Es Una Carga Para Nosotros Mismos

En un antiguo monasterio, el monje más sabio convocó a todos los aprendices a una reunión en el área de la cocina. A medida que fueron llegando los jóvenes, el maestro les fue entregando a cada uno un saco de lona desteñida. Cuando todos se colocaron alrededor de la mesa central el monje les dijo:

- Todos guardamos en nuestro corazón diversos rencores contra familiares, amigos, vecinos, conocidos, desconocidos y a veces hasta contra nosotros mismos. Busquen en el fondo de sus corazones todas las ocasiones en las cuales ustedes han dejado de perdonar alguna ofensa, algún agravio o cualquier acción que les haya producido dolor. Entonces tomen una de estas papas, escriban sobre ella el nombre de la persona involucrada y colóquenla en el saco que les di. Repitan esta acción hasta que ya no encuentren más casos en su memoria.

Acatando las instrucciones, todos fueron llenando poco a poco sus respectivos sacos. Al terminar el monje agregó:

- Ahora deberán cargar el saco que llenaron durante todo el día a lo largo de dos semanas, sin importar dónde vayan o qué tengan que hacer.

Pasados quince días, el sabio volvió a reunir a los aprendices y les preguntó

- ¿Cómo se han sentido? ¿Qué les ha parecido esta experiencia?

- Es una carga realmente pesada, tal vez excesiva. – Respondió uno – Estoy cansado y me duele la espalda.

- No es tanto el peso, sino el olor nauseabundo que empiezan a emitir la papas que ya están podridas – replicó otro.

- Cuanto más pensaba en las papas, más me pesaban y más sentía ese desagradable olor – dijo un tercero.

A lo que el maestro contestó:


- Pues bien, eso mismo es lo que pasa en nuestros corazones y en nuestro espíritu cuando en lugar de perdonar guardamos rencor. Al no perdonar a quién nos hirió, creemos que le estamos haciendo daño, pero en realidad nos perjudicamos a nosotros mismos. No sabemos si al otro le importa o no recibir nuestro perdón, pero lo que si es cierto es que el rencor que vamos acumulando a través del tiempo afecta nuestra autoestima, nuestra capacidad de vivir a plenitud, de amar, de ser felices y de desarrollarnos emocional y espiritualmente. El rencor se convierte en una fuerte y desagradable carga que lamentablemente se va haciendo más pesada cada vez que pensamos en lo ocurrido. El rencor va secando nuestro corazón. Aprendamos a perdonar al otro aún si no se ha disculpado, aún si no se lo merece. No sabemos si ese perdón será de utilidad para el otro, lo importante es que con toda seguridad nos fortalecerá a nosotros mismos.

lunes, 14 de septiembre de 2015

El Grano De Cafe


Una hija se quejaba con su padre acerca de su vida y cómo las cosas le resultaban tan difíciles. No sabía cómo hacer para seguir adelante y creía que se daría por vencida. Estaba cansada de luchar. Parecía que cuando solucionaba un problema, aparecía otro.

Su padre, un chef de cocina, la llevó a su lugar de trabajo. Allí llenó tres ollas con agua y las colocó sobre el fuego. Pronto el agua de las tres ollas estaba hirviendo. En una colocó huevos, en la otra zanahorias y en la última colocó unos granos de café. Las dejó hervir sin decir palabra. La hija esperó impacientemente, preguntándose qué estaría haciendo su padre. A los veinte minutos, el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un tazón. Sacó los huevos y los colocó en otro plato. Finalmente, colocó el café y lo puso en un tercer recipiente.

Mirando a su hija, le dijo: "Querida, ¿qué ves?". "Zanahorias, huevos y café" contestó ella. Él le pidió que tocara las zanahorias. Ella lo hizo y comentó que estaban blandas. Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Después de que ella le quitara la cáscara, observó el huevo duro. Seguidamente, le pidió que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma y sabor.

Humildemente, la hija preguntó: "¿Qué significa todo esto, padre?". Él le explicó: "Los tres elementos se han enfrentado a la misma adversidad, el agua hirviendo. Sin embargo, cada uno ha reaccionado de manera diferente. La zanahoria llegó al agua fuerte y dura, pero después de pasar por el agua hirviendo se ha vuelto blanda y débil, fácil de deshacer. El huevo llegó al agua hirviendo frágil. Su fina cáscara protegía su interior líquido, pero después de estar en agua hirviendo, su interior se ha endurecido. En cambio, los granos de café son únicos. Después de estar en agua hirviendo, han sido ellos los que han cambiado el agua."

"¿Cuál eres tú?" le preguntó a su hija. "Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿cómo respondes? ¿Eres una zanahoria, que parece fuerte, pero cuando la adversidad y el calor la tocan se vuelve débil y pierde toda su fortaleza? ¿Eres presa fácil?"

"¿Eres un huevo, que comienza con un corazón blando y poseyendo un espíritu fluido, pero después de una prueba de vuelves duro y rígido y comienzas a cuestionar a Dios? Por fuera te ves igual, pero ¿eres amargado y áspero, con un espíritu y un corazón endurecido?"

"¿O eres un grano de café? El café cambia el agua hirviendo, el elemento que causa dolor. Cuando el agua llega al punto de ebullición, el café alcanza su mejor sabor. Si eres como el grano de café cuando las circunstancias son adversas, vas a cambiar las circunstancias como el grano de café cambia el agua. Recuerda, las circunstancias no deben regir tu vida, pues Dios está por encima de cualquiera de ellas, y para él no hay nada imposible."


Y tú, ¿eres zanahoria, huevo o café?

jueves, 3 de septiembre de 2015

Ayudar no es hacer todo el trabajo del otro


En el amplio patio de juego de un colegio, un joven que estaba en silla de ruedas quiso hacer una maniobra algo arriesgada y terminó en el suelo, a un lado de su silla. Rápidamente trató de reincorporarse haciendo fuerza con sus brazos y apoyándose la silla. Pero el freno de las ruedas no estaba puesto por lo que la silla empezó a moverse oscilando de adelante hacia atrás y viceversa, hasta que se súbitamente se volteó.

Mientras esto ocurría se acercaba apresuradamente al joven un maestro que desde el otro lado del patio había presenciado lo ocurrido. Cuando el maestro llegó, se percató que el joven no se había lesionado gravemente

- ¿Estás bien? – preguntó el maestro.

- Si – respondió el joven.

Pero al ver que el maestro se quedaba a su lado sin hacer nada, el joven extendió los brazos y le dijo:

- Ayúdeme, por favor.

- No, jovencito, usted puede hacerlo solo.

El joven protestó, lloriqueó, pataleó, amenazó, utilizó todos los recursos emocionales y de chantaje que a lo largo de los años había aprendido para manipular a sus padres y amigos. Pero nada de eso funcionó. El maestro seguía a su lado sin ayudarlo y sin dejar que sus compañeros se acercasen a él. Finalmente, viendo que no tenía más opciones, continuó con su intento de pararse por su propia cuenta. Primero enderezó la silla haciendo un increíble juego de palancas con sus brazos y dos tubos del artefacto. Luego, recordando lo ocurrido minutos atrás, aseguró los frenos de ambas ruedas para que la silla no se volviera a mover. Finalmente y tras un increíble esfuerzo se sentó en el suelo, con las manos agarrando firmemente de los apoyabrazos alzó su cuerpo al la par que iba contorsionando su tronco para enderezar el cuerpo y terminar sentado en la posición correcta. Mientras acomodaba sus piernas en los apoya pie de la silla, miró con rabia al maestro, increpándole:

- Usted no es bueno, no me ha ayudado.

Soltó los frenos y empezó a retirarse. El maestro se quedó en el lugar viendo cómo se alejaba poco a poco, mientras que sus compañeros empezaron a rodearlo y aplaudirle. De repente el joven se detuvo, se volteó y le dijo al maestro con una lágrima corriendo por su mejilla:


- Gracias, sin su ayuda no lo hubiera podido hacer solo.

miércoles, 2 de septiembre de 2015

¿HAS OÍDO EL CANTO DE ESE PÁJARO?


El discípulo se quejaba constantemente a su Maestro Zen: «No haces más que ocultarme el secreto último del Zen». Y se resistía a creer las consiguientes negativas del Maestro. Un día, el Maestro se lo llevó a pasear con él por el monte. Mientras paseaban, oyeron cantar a un pájaro.«¿Has oído el canto de ese pájaro?», le preguntó el Maestro.«Sí», respondió el discípulo.«Bien; ahora ya sabes que no te he estado ocultando nada».«Sí», asintió. el discípulo.

Los hindúes han creado una encantadora imagen para describir la relación entre Dios y su Creación. Dios «danza» su Creación. El es su bailarín; su Creación es la danza. La danza es diferente del bailarín; y, sin embargo, no tiene existencia posible con independencia de El. No es algo que se pueda encerrar en una caja y llevárselo a casa. En el momento en que el bailarín se detiene, la danza deja de existir.En su búsqueda de Dios, el hombre piensa demasiado, reflexiona demasiado, habla demasiado. Incluso cuando contempla esta danza que llamamos Creación, está todo el tiempo pensando, hablando (consigo mismo o con los demás), reflexionando, analizando, filosofando. Palabras, palabras, palabras… Ruido, ruido, ruido… Guarda silencio y mira la danza. Sencillamente, mira: una estrella, una flor, una hoja marchita, un pájaro, una piedra… Cualquier fragmento de la danza sirve. Mira. Escucha. Huele. Toca. Saborea. Y seguramente no tardarás en verle a él, al Bailarín en persona.   Si realmente has oído cantar a un pájaro, si realmente has visto un árbol…, deberías saber (más allá de las palabras y los conceptos). ¿Qué dices? ¿Que has oído cantar a docenas de pájaros y has visto centenares de árboles? Ya. Pero lo que has visto ¿era el árbol o su descripción? Cuando miras un árbol y ves un árbol, no has visto realmente el árbol. Cuando miras un árbol y ves un milagro, entonces, por fin, has visto un árbol. ¿Alguna vez tu corazón se ha llenado de muda admiración cuando has oído el canto de un pájaro?

martes, 25 de agosto de 2015

El Guerrero Samurai


Cerca de Tokio vivía un gran samurai ya anciano, que se dedicaba a enseñar a los jóvenes. A pesar de su edad, corría la leyenda de que todavía era capaz de derrotar a cualquier adversario. Cierta tarde, un guerrero conocido por su total falta de escrúpulos, apareció por allí. Era famoso por utilizar la técnica de la provocación. Esperaba a que su adversario hiciera el primer movimiento y, dotado de una inteligencia privilegiada para reparar en los errores cometidos, contraatacaba con velocidad fulminante. El joven e impaciente guerrero jamás había perdido una lucha. Con la reputación del samurai, se fue hasta allí para derrotarlo y aumentar su fama. Todos los estudiantes se manifestaron en contra de la idea, pero el viejo aceptó el desafío. Todos juntos se dirigieron a la plaza de la ciudad y el joven comenzaba a insultar al anciano maestro. Arrojó algunas piedras en su dirección, le escupió en la cara, le gritó todos los insultos conocidos, ofendiendo incluso a sus ancestros. Durante horas hizo todo por provocarlo, pero el viejo permaneció impasible. Al final de la tarde, sintiéndose ya exhausto y humillado, el impetuoso guerrero se retiró.
Desilusionados por el hecho de que el maestro aceptara tantos insultos y provocaciones, los alumnos le preguntaron:
-¿Cómo pudiste, maestro, soportar tanta indignidad? ¿Por qué no usaste tu espada, aún sabiendo que podías perder la lucha, en vez de mostrarte cobarde delante de todos nosotros? El maestro les preguntó: -Si alguien llega hasta ustedes con un regalo y ustedes no lo aceptan, ¿a quién pertenece el obsequio? -A quien intentó entregarlo, respondió uno de los alumnos. Lo mismo vale para la envidia, la rabia y los insultos. -Dijo el maestro, cuando no se aceptan, continúan perteneciendo a quien los llevaba consigo.

lunes, 24 de agosto de 2015

La Gaviota Cartera


Entre unas altas montañas había una aldea pequeña, de unos treinta vecinos, estaban aislados de otros pueblos que había alrededor. Al no poder salir, los vecinos se suministraban sus propios alimentos, ya que cosechaban anualmente muy diversos productos, como los cereales para poder hacer pan; carne del ganado; hortalizas y fruta de la huerta; pescado del río llamado “Riofrio”, etc.

Esta aldea carecía de médico, el más próximo estaba a unos quince kilómetros, pero no iba casi nunca a visitar a los enfermos porque no tenía prácticamente acceso, solo una senda de cabras entre las montañas.

En Santamera, que así se llamaba la aldea, todos sus vecinos se dedicaban en sus quehaceres del campo o el ganado, todos se llevaban como una familia y eran muy felices.

En esta aldea vivía Jacinto, una persona mayor que se dedicaba a cuidar gallinas, cerdos, pájaros y muchos más animales. Tanto quería a sus animales que les enseñaba la forma de expresarse y comunicarse con los vecinos por medio de dibujos.

De entre estos animales tenía una gaviota que era la más lista y obediente de entre todos. Vivía en una jaula grande que estaba siempre abierta, iba al campo y en el pico traía toda clase de alimentos para sus amigos, les llevaba insectos, trigo, maíz y muchas cosas más, por eso todos querían mucho a la gaviota.

Cierto día, Jacinto, el dueño de los animales, recibió la visita de uno de sus vecinos, el cual fue a pedirle ayuda. Le solicitó que le socorriera, ya que era un anciano, pero con una inteligencia sobrenatural. El anciano tenía una hija muy enferma y como de costumbre, los vecinos hacían ellos mismos los medicamentos a base de hierbas curativas naturales, pero  en este caso no mejoraba la niña con nada de lo que le daban.

Jacinto preocupado en el caso de la niña enferma y viendo que las hiervas no le mejoraban, pensó que la mejor forma de que estuviera mejor era que un médico le ayudara, pero estaba muy lejos y no podían avisarle rápidamente.

La gaviota pensó en ir ella a buscar al médico, Jacinto escribió una nota de petición para que fuera de forma urgente a visitar a la niña. En la nota había dibujado una cruz roja que se la enseñó a la gaviota y después la ató a su pata, y veloz partió en busca del doctor. Al cabo de una hora, el médico se presentó en una caballería en la casa de la niña. Enseguida la dio los medicamentos necesarios y la niña a los pocos días ya estaba sana corriendo por la calle.

Toda la aldea estaba orgullosos de la gaviota, que por su gran rapidez la niña se había salvado. Le daban la enhorabuena a Jacinto por sus enseñanzas a los animales, en especial a la gaviota.


Desde entonces, todas las cartas para las distintas aldeas de los familiares las llevaba la gaviota. Por su buen hacer en el pueblo le hicieron cartera oficial de Santamera a la cariñosa e inteligente gaviota, que con su destreza y buen hacer podían comunicarse con todas las aldeas de las montañas.

miércoles, 19 de agosto de 2015

Las Percepciones Del Rey


Un poderoso rey encontró finalmente el amor. Su joven esposa tenía todas las condiciones que un hombre pudiera desear en la vida. Además de ser hermosa y atractiva, era alegre y entusiasta, con un corazón amoroso siempre abierto a ayudar a los demás. El amor fluía entre ellos como en pocas ocasiones se había visto.

En los actos protocolares ella caminaba orgullosa a la par del rey. Muy alagado el monarca pensaba: “Cuánto me quiere. Ella sabe que el protocolo indica que debe permanecer detrás de mí, que mis súbditos pueden ir a prisión si no hacen eso, sin embargo ella me ama tanto que siempre quiere estar a mi lado”.

En cierta ocasión, ella se disponía a comer una manzana. Era la última que quedaba y tenía un brillo que la hacía realmente apetitosa. En eso llegó el rey y al ver aquella fruta resplandeciente manifestó su deseo de comerla. Ella lo miró con dulzura, le dijo que era la última que quedaba pero que no tenía problema en compartirla. Tomó un cuchillo, la cortó en dos y de inmediato le ofreció una de las mitades a su esposo. El monarca pensó: “Cuánto me quiere. Ella es capaz de compartir lo que sea conmigo. Que suerte he tenido”.

Pasaron unos años antes que se presentaran problemas en la pareja. Tras un fuerte altercado, ella se retiró del amplio salón en el que discutían, dejando al Rey solo. De inmediato el soberano mandó a llamar a su consejero para quejarse amargamente de su esposa.

- Ella nunca me quiso – decía lleno de rabia -, cada vez que tenemos un acto protocolar es incapaz de permanecer detrás de mi, siempre se pone a mi lado y olvida que yo soy el monarca y que nadie puede ponerse a la par del rey. Es una insolente, no me ama, no respeta la dignidad de mi majestad. Lo que siempre quiere es brillar ella por encima de mí.

- Pero su majestad – alcanzó a decir el consejero.

- No me interrumpa – gritó el rey –. Definitivamente ella dejó de amarme hace mucho tiempo. Recuerdo aquella vez que llegué hambriento, solamente había una manzana y ella fue incapaz de dármela. Lo único que alcanzó a hacer fue cortarla en dos y darme el trozo más pequeño. Que insolencia, tratar así al Rey, ¿no se da cuenta que ella es sólo un súbdito? He mandado a cortar muchas cabezas por mucho menos que eso.

Y las quejas continuaron por mucho tiempo…

Un hecho puede ser visto desde distintas perspectivas por una misma persona dependiendo de su estado de ánimo y/o de la condición emocional en que se encuentra. ¿Cuántas veces hemos dejado que un pésimo estado de ánimo o una mala actitud mental desvirtúe la belleza, las virtudes y las bondades de quienes tenemos a nuestro lado?

martes, 18 de agosto de 2015

Las Cuatro L's:Life, Love, Laught and Light


Osho nos dice: "Estas son las cuatro eles que enseño:Life, Love, Laughter, Light (VIDA, AMOR, RISA, Y LUZ), que acaecen exactamente en esa misma secuencia.
Primero, la vida: has de llegar a sentirte más y más vivo, intenso, lleno de entusiasmo y gozo. No debes retraerte. Porque cuando te encuentras lleno de vida, el amor comienza a surgir por sí mismo... Mas ¿qué puedes hacer con la vida? ¿Qué harás con toda esta energía desbordante? Tienes que compartirla. Eso es amor: compartir tu energía vital.

Y en ese momento, cuando compartes la energía que emerge de tu vida, desaparecen todas las tristezas. Y la vida es entonces, simplemente, una risa sincera.

Cumpliendo estos tres conceptos, el cuarto aparece inmediatamente. Satisface estos tres conceptos porque el cuarto es la recompensa del más allá.

Entonces desciende la luz. Y en el instante en que la luz entra en ti, te iluminas. Ése es el significado de la palabra iluminación."


Del libro de Osho: VIDA, AMOR Y RISA. UNA NUEVA VISIÓN DE LA ESPIRITUALIDAD

lunes, 17 de agosto de 2015

Tener Sin Retener


Las realidades más grandes y más bellas,
tanto más las tendrás
cuanto menos las retengas y poseas.

Si quieres tener el mar, contémplalo...
abre tus manos en sus aguas y siente como tienes el mar en ellas.
No tendrás nada, quedarán vacías
si queriéndolo retener, tus manos cierras.

Si tienes un amor que quiere marchar,
no intentes retenerlo,
pues para siempre lo perderás.
Déjalo ír libre como el viento
y las mieles que bebiste, siempre quedarán.

Si quieres tener el viento,
extiende tus brazos... abre tus manos,
y todo el viento será tuyo.
Si quieres retenerlo se escapará entre tus dedos.

Si quieres tener a tu hijo,
déjalo crecer, déjalo partir y que se aleje.
Lo tendrás maduro cuando regrese...
porque, si intentando protegerle, lo retienes,
lo perderás para siempre.

Si quieres tener el sol
y su expléndida luz gozar,
no quieras en tus retinas posserla,
pues así, tan sólo obtendrás oscuridad...
¡Abre los ojos! y extasiado contempla
las maravillas que él te da.

Si quieres vivir el gozo de tener,
no receles retener ni poseer.
Goza de la mariposa que revolotea,
goza del río que va siempre adelante,
de la flor que se abre cara al cielo...
goza de la plenitud de ese amor sincero...

Goza teniéndolo todo, sin perder nada
¡es tenerlo todo, sin poseer nada!...
Sólo así gozarás de la vida: ¡dejándola correr sin retenerla!
¡sabiendo que es tuya!... sin poseerla.


(Texto de autor desconocido)

miércoles, 5 de agosto de 2015

EL GRAN PALACIO DE LA MENTIRA


Todos los duendes se dedicaban a construir dos palacios, el de la verdad y el de la mentira. Los ladrillos del palacio de la verdad se creaban cada vez que un niño decía una verdad, y los duendes de la verdad los utilizaban para hacer su castillo. Lo mismo ocurría en el otro palacio, donde los duendes de la mentira construían un palacio con los ladrillos que se creaban con cada nueva mentira. Ambos palacios eran impresionantes, los mejores del mundo, y los duendes competían duramente porque el suyo fuera el mejor. Tanto, que los duendes de la mentira, mucho más tramposos y marrulleros, enviaron un grupo de duendes al mundo para conseguir que los niños dijeran más y más mentiras. Y como lo fueron consiguiendo, empezaron a tener muchos más ladrillos, y su palacio se fue haciendo más grande y espectacular. Pero un día, algo raro ocurrió en el palacio de la mentira: uno de los ladrillos se convirtió en una caja de papel. Poco después, otro ladrillo se convirtió en arena, y al rato otro más se hizo de cristal y se rompió. Y así, poco a poco, cada vez que se iban descubriendo las mentiras que habían creado aquellos ladrillos, éstos se transformaban y desaparecían, de modo que el palacio de la mentira se fue haciendo más y más débil, perdiendo más y más ladrillos, hasta que finalmente se desmoronó. Y todos, incluidos los duendes mentirosos, comprendieron que no se pueden utilizar las mentiras para nada, porque nunca son lo que parecen y no se sabe en qué se convertirán.

miércoles, 22 de julio de 2015

Marmol y Onix


Al tío Anselmo le encantaba el ajedrez, pero desde la muerte del peluquero, quien era su mejor amigo, ya no tenía con quien practicarlo. Y es que en el pequeño pueblo de Guanajuato en el que vivía, a nadie más le interesaba ese juego. Por eso se le ocurrió enseñarle a su sobrino Martín todo lo que sabía sobre el llamado “deporte ciencia”.
Martín tenía sólo ocho años y era muy inteligente. Así que no le costó ningún esfuerzo aprender el movimiento de cada pieza ni las reglas. “Es como una batalla entre dos ejércitos —le explicó su tío—, y el objetivo es acabar con el rey del enemigo.”
Al principio, como es natural, Anselmo ganaba con facilidad todas las partidas. Le bastaban unos cuantos movimientos para vencer a su inexperto rival. Sin embargo, con el paso de las semanas, las cosas fueron cambiando. Su sobrino mejoró hasta que, un día, superó a su maestro. “¡Jaque mate!”, exclamó Martín tras una partida. Su tío predijo entonces que el pequeño llegaría a ser un gran jugador.
El pronóstico se cumplió: a los 14 años, Martín había derrotado ya a los mejores ajedrecistas del Bajío. Era conocido y admirado en toda la región. Ahora su meta era participar en el Campeonato Juvenil de Ajedrez, el cual se celebraría en la Ciudad de México.
El tío y el papá de Martín, quienes estaban muy orgullosos de él, habían prometido pagarle el viaje a la capital y la inscripción al torneo. Por desgracia, las cosechas de ese año resultaron muy malas y su familia apenas tenía dinero para lo esencial. “Quizá el año próximo puedas ir”, le dijeron ambos con tristeza.
Cuando los vecinos se enteraron de que Martín no participaría en el campeonato, también se entristecieron. ¡Era una lástima! La gente del pueblo se había hecho muchas ilusiones, pues todos lo apreciaban y estaban seguros de que ganaría.
Sucedió entonces que la familia que vivía en la casa de enfrente fue con el papá de Martín y con su tío y les entregó algunos pesos. “Sabemos que es muy poco —dijeron—, pero de algo les servirá. Cómprenle un boleto de autobús al muchacho para que pueda ir a la capital.” Ellos no querían aceptarlo, pero ante la insistencia de sus vecinos, dijeron que sí. Al día siguiente otra familia vecina hizo lo mismo, y luego otra y otra y otra… Algunas daban más y otras menos, pero todas lo hacían con el corazón. Al final, treinta familias habían cooperado y con ese dinero el chico pudo ir a la Ciudad de México y se inscribió en el torneo.
No hace falta decir que Martín obtuvo el primer lugar. Su talento para el juego sorprendió a todos. Los premios eran una beca de estudios y un lujoso ajedrez. Las piezas blancas eran de mármol y las negras de ónix. Al regresar a su pueblo fue recibido como un héroe. Todos lo felicitaban y le aplaudían. Entonces Martín le regaló a cada una de las treinta familias que lo había apoyado una de las piezas del ajedrez que recibió como premio. Únicamente se quedó con las dos que representaban al rey. La de mármol se la dio a su papá y la de ónix a su querido tío Anselmo.

Para pensar como grupo

  • • Si tuvieras un vecino como Martín, ¿lo ayudarías?
  • • ¿Hicieron bien el tío y el papá de Martín al aceptar el dinero que les daba la gente del pueblo?
  • • ¿Qué hubiera pasado si Martín no gana el torneo?
  • • ¿En qué parte del cuento aparece el tema de la solidaridad?

Simón, pintor de ángeles


Ya nadie sabe si todo esto ocurrió en verdad, si alguien lo inventó o si fue una mezcla de sucesos reales con la imaginación. Pero así son las leyendas. Y dice ésta que en 1566, cuando llegó a la capital de la Nueva España, su excelencia el virrey don Gastón de Peralta estaba acompañado de un numeroso séquito personal. A éste pertenecía un pintor llamado Simón, originario de Flandes. Había vivido en Lisboa y Madrid, sorprendiendo con su habilidad como retratista a ricos y nobles. Don Gastón lo había traído consigo para retratar a las figuras más notables del palacio virreinal y así lo hizo: gallardos caballeros armados y ancianas damas con sombrero. Su destreza con el pincel era exquisita; sin embargo, tenía un grave defecto: era muy mal hablado y por cualquier cosa, aunque no estuviera enojado ni quisiera ofender, soltaba un montón de groserías en los idiomas que conocía: español, flamenco y portugués. Su cercanía con el virrey evitaba que recibiera algún tipo de queja o castigo. La situación de don Gastón no era sencilla, pues muchos intrigaban en su contra.
Aunque era amable y caritativo, los oidores (los magistrados más importantes del gobierno) le levantaron falsas acusaciones con el rey de España y éste ordenó su regreso inmediato. Simón el pintor se quedó trabajando en México. Sus colegas lo envidiaban pues, a diferencia de ellos, tenía cada vez más encargos. Para poner fin a su carrera lo acusaron falsamente de haberlos insultado. Como ya no tenía la protección del virrey fue encarcelado, algo bastante injusto, pues otras personas sí decían muchísimas groserías en plena calle y nadie las castigaba. Afligido por el encierro, pensó en un plan. Descosió una moneda de oro que llevaba oculta en el pantalón y se la ofreció al carcelero. “Con la mitad de esto, compra pinceles y pinturas para mí. Guarda el resto para ti”.
El carcelero siguió sus instrucciones y le llevó los materiales. Aunque su celda estaba siempre sumida en la mayor oscuridad, conocía tan bien su oficio que con ellos pintó en la puerta sin verla una imagen de la virgen coronada por cuatro graciosos ángeles. Durante una visita de rutina, los jueces admiraron la gracia y la ligereza de una obra perfecta y delicada en todos sus detalles que vieron a la luz de un candelabro. Pensaron que aunque fuera malhablado Simón merecía que lo perdonaran y lo dejaron en libertad. Saliendo de la cárcel trabajó en la Catedral Metropolitana y realizó la imagen principal que ahora se encuentra en el Altar del Perdón. Hay quien cree que es llamado así en recuerdo de su historia.

martes, 21 de julio de 2015

Los Tres Hermanos


Jacinto y su hermano menor Javier eran dueños de una zapatería llamada “La Suela de Oro”. Allí vendían todo tipo de calzado, desde mocasines para caballero y zapatillas para dama hasta tenis para niños y pantuflas para todos. Ambos se llevaban bien y dividían las ganancias en partes iguales. Pero un día, uno de ellos acusó al otro de haber tomado dinero de la caja sin avisarle. Éste le replicó que no era cierto y aprovechó la oportunidad para reclamarle al otro que no trabajaba lo suficiente. Los dos se sintieron ofendidos. Comenzaron a discutir sin importarles la presencia de los clientes. De los reproches pasaron a los gritos, y de allí a los insultos. Hubieran terminado golpeándose si su hermana Josefina, quien por casualidad se encontraba de visita, no los detiene. Este desacuerdo marcó el final de los buenos tiempos. Javier le dijo a su hermano que no quería seguir siendo su socio. Jacinto respondió que tampoco él lo deseaba; que podía encargarse solo del negocio. Así fue como Javier se fue y, con sus ahorros, abrió su propia tienda de calzado frente a la de Jacinto. Se llamaba “La Verdadera Suela de Oro”. Ambos competían para atraer a los compradores y se volvieron rivales. En el fondo ambos deseaban reconciliarse, pero eran tan orgullosos que ninguno estaba dispuesto a dar el primer paso. A su hermana Josefina le dolía mucho que ambos se hubieran distanciado. Por ello ideó un plan. Una mañana le envió a Jacinto un correo electrónico que decía:

Hermano:
Te pido una disculpa. Fui muy injusto contigo. Te espero en casa de Josefina hoy a las 3 de la tarde para pedirte perdón.
Javier

Al leer este mensaje, Jacinto decidió que como su hermano estaba dispuesto a reconocer su error, lo perdonaría. Lo que él ignoraba era que Josefina le había mandado a Javier un correo idéntico, sólo que con la firma de Jacinto. Ambos hermanos se presentaron a la cita. Jacinto le dijo a Javier: “Querido hermanito, recibí tu mensaje. ¡Claro que te perdono!”. Al oír esto, Jacinto se sorprendió mucho y exclamó: “Pero ¿qué dices? Tú eres el que quería disculparse conmigo. Lo dijiste en tu correo”. “¿De qué correo hablas? Fuiste tú quien me escribió”, replicó el otro. “¡Discúlpate!”, exigió el mayor. “¡No, discúlpate tú!”, contestó el menor. Antes de que estallara una nueva disputa, Josefina los interrumpió. Confesó que ella era la verdadera autora de los mensajes. Lo había hecho para reunirlos y aclarar las cosas. Les pidió que reconocieran sus errores y dejaran atrás el rencor. Sin embargo, ninguno parecía dispuesto a cambiar su actitud.
“He cerrado la puerta de la calle con llave”, anunció finalmente Josefina. “No se irán hasta que arreglen sus diferencias. ¿Acaso no se dan cuenta? En el fondo, ambos quieren acabar con esta situación y volver a estar juntos. Si no fuera así, ninguno habría venido hoy a mi casa.”
Javier y Jacinto reconocieron que su hermana tenía razón. Con lágrimas en los ojos se dieron un abrazo y prometieron no reñir más. Decidieron volver a trabajar juntos. Ahora tienen otra zapatería, la cual bautizaron con el nombre de “Los Hermanos”.

¿Y tú qué piensas…? 
• ¿Consideras que Javier hizo bien cuando dejó la zapatería y puso su propio negocio?
• ¿Crees que fue correcto que Josefina haya enviado correos falsos a sus hermanos?
• ¿Por qué crees que Jacinto y Javier se resistían a pedir perdón?
• ¿Cómo te llevas con tus hermanos? ¿Discuten con frecuencia?

viernes, 17 de julio de 2015

Las Hermanas Tristeza y Alegria


En Valle Miel habían dos hermanas abejas a las cuales eran conocidas como Tristeza a la más delgada y Alegría a la gordita, ¿pero porque Tristeza?. Bueno esta abejita era demasiado tranquila para trabajar, hablar y comer, ya que siempre se sentía cansada y sin ganas de hacer nada, su rostro parecía enfermo.

En cambio Alegría era muy rápida recolectando la miel y siempre andaba cantando, saludando a todos los que encontraba. Alegría invitaba a su hermana a visitar a los animales enfermos; pero Tristeza decía que era aburrido y prefería dormir y por eso nunca tenía amigos, ya que hablar le daba pereza.

Una tarde, Tristeza se encontró un conejo atrapado en una red colgando de un árbol y éste le pidió ayuda, pero ella contesto:

– “No sirve de nada perder mi tiempo, ya te cazaron y pronto te comerán!”

Después paso Alegría, el conejo pidió ayuda y ésta rápidamente le pidió a una ardilla que cortaran el cordel, el conejo le dio las gracias. Mientras tristeza recogía con su pelaje
el polen, escuchó una vocecita:

– “¡Ayuda!”

Entre el tallo de las flores había una telaraña en donde estaba atrapada una abejita, Tristeza movió la cabeza y se fue pensando en silencio:

– “Hoy no fue mi día, todos creen que tengo ganas de ayudar ¿Cómo si a mí me ayudaran los demás?”

La abejita siguió gritando cuando Alegría le escuchó y la buscó algo para apoyarla, le tiró un pistilo para que se sujetase, y la abejita le dio las gracias pidiéndole que la acompañase a su panal, y Alegría dijo:

– “Pero ya estoy retrasada en mi trabajo por ayudar a un conejo, pero no importa, más vale ayudar a una abeja hermana”.

Cuando llegaron a la colmena su sorpresa fue que resultó ser hija de la abeja Reyna, la cual le estaba agradecida y como recompensa le otorgó el trabajo como vigilante de la colonia.

Mientras; ese mismo día, Tristeza se encontraba en medio de una tormenta y sus alas se mojaban provocando que no pudiera volar y cayó al suelo, el conejo al cual no quiso ayudar pasaba por ahí y ella le pidió ayuda, a lo que éste le contestó:

– “Recuerda que yo para ti ya estaba muerto, no me ayudaste cuando te necesité”.

Así que Tristeza terminó devorada por un sapo. Mientras que Alegría vivía en el reino como vigilante de la colonia por sus buenos actos.

miércoles, 15 de julio de 2015

Blues Para Un Funeral


Que se paren los relojes, que se que corte el teléfono,
que el perro a un hueso jugoso ya no le ladre,
que se callen los pianos y con redobles en sordina
venga el ataud y entren los dolientes.

Que los aeroplanos que gimiendo dan vueltas en lo alto
escriban en el cielo el mensaje: "Él ha muerto",
que pongan pajaritas de papel en los cuellos blancos de las palomas,
que los policias se pongan guantes negros.

Era mi norte, mi sur, mi este y mi oeste,
toda mi semana y mi día de descanso,
mi mediodía, mi medianoche, mi plática, mi canción.
Pensé, y estaba equivocado, que nuestro amor duraría siempre.

Ya no quiero las estrellas. Que las apaguen,
que empaquen la luna y desmantelen el sol.
Que sequen el océano y barran los bosques

porque ya nada de lo que venga habrá de ser bueno.

W H Auden.



martes, 14 de julio de 2015

El Anillo Del Gnomo


Había una vez un niño perteneciente a una familia muy pobre, que todos los días salía a recoger frutos en el bosque. Un día encontró a un gnomo que había sido capturado por un cuervo, usando su resortera, derribó al cuervo y liberó al gnomo.

En agradecimiento le dio una sortija mágica que al frotarlo, podía concederle tres deseos, pero le advirtió que el producto de cada deseo debía ser usado provechosamente, y luego desapareció.

El niño regresó a su casa, pero al momento de entrar, se encontró al recaudador de impuestos, no había suficiente dinero porque la cosecha fue mala ese año, ante tal situación decidió usar el poder de anillo.

Deseó que su sembradío fuera fructífero y así fue, al día siguiente toda su parcela estaba llena de toda clase de legumbres. Gracias a aquel deseo con el tiempo mejoraron su economía.

El segundo deseo fue que su hermana se casara con un hombre bien acomodado, al mes siguiente la hermana se casó con el hijo de un rico hacendado.

Finalmente deseó ser popular y pronto los demás chicos del lugar lo empezaron a admirar sin motivo alguno.

Pasaron los años y cuando creció, le dieron un puesto en la corte local, gracias al poder de la sortija se había vuelto un hombre importante, rico e influyente.

Conforme empezaba a acumular ganancias, empezó a hacerse avaro y egoísta. Un día, mientras él y algunos sirvientes andaban de cacería por el bosque, vieron a un anciano vestido de vagabundo solicitando que le dieran algo de comer, pero el joven se rehusó.

Esa noche, el mendigo se apareció en sueños, revelando ser el gnomo al que salvó, diciéndole que ignoró su advertencia, de castigo, perdería poco a poco lo que había adquirido si no cambiaba su actitud.


Tomó la decisión de no escuchar y siguió actuando avaramente, pero a la semana empezaron a ocurrir desaventuras, primero llegó una inundación y arrasó todas sus tierras, luego el esposo de su hermana le abandonó por alguien mas joven y bella; y por último, la gente se empezó a cansar de sus malos tratos y se levantó en contra suya. Fue juzgado y perdió todo lo que tenía.

martes, 7 de julio de 2015

Carrera De Zapatillas


Había llegado por fin el gran día. Todos los animales del bosque se levantaron temprano porque ¡era el día de la gran carrera de zapatillas! A las nueve ya estaban todos reunidos junto al lago.

También estaba la jirafa, la más alta y hermosa del bosque. Pero era tan presumida que no quería ser amiga de los demás animales.

La jiraba comenzó a burlarse de sus amigos:

- Ja, ja, ja, ja, se reía de la tortuga que era tan bajita y tan lenta.

- Jo, jo, jo, jo, se reía del rinoceronte que era tan gordo.

- Je, je, je, je, se reía del elefante por su trompa tan larga.

Y entonces, llegó la hora de la largada.

El zorro llevaba unas zapatillas a rayas amarillas y rojas. La cebra, unas rosadas con moños muy grandes. El mono llevaba unas zapatillas verdes con lunares anaranjados.

La tortuga se puso unas zapatillas blancas como las nubes. Y cuando estaban a punto de comenzar la carrera, la jirafa se puso a llorar desesperada.

Es que era tan alta, que ¡no podía atarse los cordones de sus zapatillas!

- Ahhh, ahhhh, ¡qué alguien me ayude! - gritó la jirafa.

Y todos los animales se quedaron mirándola. Pero el zorro fue a hablar con ella y le dijo:

- Tú te reías de los demás animales porque eran diferentes. Es cierto, todos somos diferentes, pero todos tenemos algo bueno y todos podemos ser amigos y ayudarnos cuando lo necesitamos.

Entonces la jirafa pidió perdón a todos por haberse reído de ellos. Y vinieron las hormigas, que rápidamente treparon por sus zapatillas para atarle los cordones.

Y por fin se pusieron todos los animales en la línea de partida. En sus marcas, preparados, listos, ¡YA!

Cuando terminó la carrera, todos festejaron porque habían ganado una nueva amiga que además había aprendido lo que significaba la amistad.


Colorín, colorón, si quieres tener muchos amigos, acéptalos como son.

viernes, 3 de julio de 2015

La Señal


El único superviviente de un naufragio llegó a una isla deshabitada. Pidió fervientemente a Dios ser rescatado, y cada día divisaba el horizonte en busca de una ayuda que no llegaba. Cansado, optó por construirse una cabaña de madera para protegerse de los elementos y guardar sus pocas pertenencias.
Un día, tras merodear por la isla en busca de alimento, cuando regresó a la cabaña la encontró envuelta en llamas, con una gran columna de humo levantándose hacia el cielo. Lo peor había ocurrido: lo había perdido todo y se encontraba en un estado de desesperación y rabia.
--¡Oh Dios!, ¿cómo puedes hacerme esto? --se lamentaba.
Sin embargo, al amanecer del día siguiente se despertó con el sonido de un barco que se acercaba a la isla. Habían venido a salvarlo.
--¿Cómo supieron que estaba aquí? --preguntó a sus salvadores.
--Vimos su señal de humo --contestaron ellos.

Es muy fácil descorazonarse cuando las cosas marchan mal. Recuerda que cuando tu cabaña se vuelva humo, puede ser la señal de que la ayuda está en camino.

viernes, 26 de junio de 2015

Una Mujercita Con Suerte


Una mujer pobre tenía la costumbre de ir todas las mañanas a un bosque cercano a su casa para recoger leña, que luego vendía a sus vecinos. Cierto día, encontró bajo un roble un caldero viejo de latón, ya muy oxidado por la intemperie.

―¡Vaya, qué suerte! ―exclamó―. Tiene un agujero, y no me servirá para llevar agua, pero podré utilizarlo para plantar flores.

Tapó el caldero con su mantón y, cargándoselo al hombro, emprendió el camino hacia su humilde choza. Pero empezó a notar que el caldero iba pesando más y más, así que se sentó a descansar. Cuando puso el caldero en el suelo, vio con asombro que estaba lleno de monedas de oro.

―¡Qué suerte tengo! ―volvió a exclamar, llena de alegría―. Todas estas monedas para una pobre mujer como yo.

Mas pronto tuvo que volver a pararse. Desató el mantón para ver su tesoro y, entonces, se llevó otra sorpresa: el caldero lleno de oro se había convertido en un trozo de hierro.

―¡Qué suerte tan maravillosa! ―dijo―. ¿Qué iba a hacer una mujercita como yo con todas esas monedas de oro? Seguro que los ladrones me robarían todo. Por este trozo de hierro me ganaré unas cuantas monedas normales, que es todo lo que necesito para ir tirando.

Envolvió el trozo de hierro, y prosiguió su camino.

Cuando salió del bosque, volvió a sentarse, y decidió mirar otra vez en su mantón, por si el destino le había dado otra sorpresa. Y, en efecto, así era: el trozo de hierro se había convertido en una gran piedra.

―¡Vaya suerte que tengo hoy! ―dijo―. Esta piedra es lo que necesito para sujetar la puerta del jardín, que siempre golpea cuando hace viento.

En cuanto llegó a su casa, fue hacia la puerta del jardín y abrió el mantón para sacar la piedra. Mas, nada más desatar los nudos, una extraña criatura saltó fuera. Tenía una enorme cola con pelos de varios colores, unas orejas puntiagudas y unas patas largas y delgadísimas. La mujercita quedó maravillada al ver que la aparición daba tres vueltas alrededor y luego se alejaba bailando por el valle.

―¡Qué suerte tengo! ―exclamó―. Pensar que yo, una pobre mujercita, ha podido contemplar este maravilloso espectáculo... Estoy segura de que soy la pobre mujercita solitaria con más suerte del mundo entero.


Y se fue a la cama tan alegre como siempre. Y, según se cuenta, lo más curioso es que, desde aquel día, la suerte de esta pobre mujer cambió, y ya nunca más volvió a ser pobre ni solitaria.

jueves, 25 de junio de 2015

Chocolate Y Felicidad


Hace tanto tiempo que ya nadie se acuerda de que hubo una época en la que cada niño vivía con un duendecillo de la felicidad que lo acompañaba desde el día de su nacimiento. Los duendecillos se alimentaban de la alegría de los niños, y por eso eran expertos inventores de juguetes y magníficos artistas capaces de provocar las mejores sonrisas.
Con el paso de los años, los duendes mejoraron sus inventos y espectáculos, pero la alegría que conseguían era cada vez más breve. Por más que hicieran, los niños se volvían gruñones y exigentes cada vez más temprano. Todo les parecía poco y siempre querían más. Y ante la escasez de felicidad, los duendes comenzaron a pasar hambre.
Pero cuando pensaban que todo estaba perdido, apareció la pequeña Elsa. Elsa había sido una niña muy triste, pero de pronto se convirtió en las más poderosa fuente de alegría. Ella sola bastaba para alimentar cientos de duendes. Pero cuando quisieron felicitar a su duende, el pequeño Flop, no lo encontraron por ningún sitio. Por más que buscaron no hubo suerte, y cuando lo dieron por muerto, decidieron sustituirlo por Pin, el mejor duende de todos.
Pin descubrió enseguida que Elsa era diferente. Ella no disfrutaba mucho con los regalos y maravillas de su duende. Regalaba a otros niños la mayoría de juguetes que recibía de Pin, y nunca dejaba que su duende actuase solo para ella. Vamos, que parecía que su propia alegría le importaba mucho menos que la de los demás niños y a Pin le preocupaba que con esa actitud se pudiera ir gastando toda su energía.
Una noche, mientras Pin descansaba en su cama de duende, sintió algo extraño bajo el colchón, y al levantarlo descubrió la ropa de Flop, cubierta de chocolate dorado. Como todos los duendes, Pin conocía las leyendas sobre el chocolate dorado, pero pensaba que eran mentira. Ahora, viendo que podían ser ciertas, Pin corrió hacia la cama en que dormía Elsa y miró a través de sus ojos. ¡Allí estaba Flop, regordete de tanta felicidad! Pin sabía que desde dentro Flop no podía verle, pero volvió a su cama feliz por haber encontrado a su amigo, y por haber descubierto el secreto de la felicidad de Elsa: Flop la había convertido desde dentro en un duendecillo de la felicidad, y ahora que estaba tan ocupada haciendo felices a otros se había convertido en una niña verdaderamente feliz.
Los días siguientes Pin investigó cuanto pudo sobre el chocolate dorado para enseñar a los demás duendes cómo hacer el mismo viaje. Bastaba con elegir un niño triste, posarse en su mano mientras dormía, darle un fuerte abrazo, y desear ayudarlo con todas sus fuerzas.
Así fue como Pin se convirtió en un bombón dorado. Y a la mañana siguiente aquel niño triste se lo comió. Aunque sabía que no le dolería, pasó muchísimo miedo, al menos hasta que le tocó la lengua, porque a partir de ese momento sintió las cosquillas más salvajes y rió y rió y rió… hasta que estalló de risa. Y entonces apareció en el alma de aquel niño triste, dispuesto a convertirlo en un auténtico duendecillo de la felicidad ayudando a otros a ser más felices.

Los demás duendes no tardaron en imitar a Pin y a Flop, y pronto cada niño tuvo en su interior un duendecillo de la felicidad. El mismo que aún hoy nos habla todos los días para decirnos que para ser verdaderamente felices hay que olvidarse un poco de las propias diversiones y hacer algo más por los demás.