miércoles, 22 de julio de 2015

Marmol y Onix


Al tío Anselmo le encantaba el ajedrez, pero desde la muerte del peluquero, quien era su mejor amigo, ya no tenía con quien practicarlo. Y es que en el pequeño pueblo de Guanajuato en el que vivía, a nadie más le interesaba ese juego. Por eso se le ocurrió enseñarle a su sobrino Martín todo lo que sabía sobre el llamado “deporte ciencia”.
Martín tenía sólo ocho años y era muy inteligente. Así que no le costó ningún esfuerzo aprender el movimiento de cada pieza ni las reglas. “Es como una batalla entre dos ejércitos —le explicó su tío—, y el objetivo es acabar con el rey del enemigo.”
Al principio, como es natural, Anselmo ganaba con facilidad todas las partidas. Le bastaban unos cuantos movimientos para vencer a su inexperto rival. Sin embargo, con el paso de las semanas, las cosas fueron cambiando. Su sobrino mejoró hasta que, un día, superó a su maestro. “¡Jaque mate!”, exclamó Martín tras una partida. Su tío predijo entonces que el pequeño llegaría a ser un gran jugador.
El pronóstico se cumplió: a los 14 años, Martín había derrotado ya a los mejores ajedrecistas del Bajío. Era conocido y admirado en toda la región. Ahora su meta era participar en el Campeonato Juvenil de Ajedrez, el cual se celebraría en la Ciudad de México.
El tío y el papá de Martín, quienes estaban muy orgullosos de él, habían prometido pagarle el viaje a la capital y la inscripción al torneo. Por desgracia, las cosechas de ese año resultaron muy malas y su familia apenas tenía dinero para lo esencial. “Quizá el año próximo puedas ir”, le dijeron ambos con tristeza.
Cuando los vecinos se enteraron de que Martín no participaría en el campeonato, también se entristecieron. ¡Era una lástima! La gente del pueblo se había hecho muchas ilusiones, pues todos lo apreciaban y estaban seguros de que ganaría.
Sucedió entonces que la familia que vivía en la casa de enfrente fue con el papá de Martín y con su tío y les entregó algunos pesos. “Sabemos que es muy poco —dijeron—, pero de algo les servirá. Cómprenle un boleto de autobús al muchacho para que pueda ir a la capital.” Ellos no querían aceptarlo, pero ante la insistencia de sus vecinos, dijeron que sí. Al día siguiente otra familia vecina hizo lo mismo, y luego otra y otra y otra… Algunas daban más y otras menos, pero todas lo hacían con el corazón. Al final, treinta familias habían cooperado y con ese dinero el chico pudo ir a la Ciudad de México y se inscribió en el torneo.
No hace falta decir que Martín obtuvo el primer lugar. Su talento para el juego sorprendió a todos. Los premios eran una beca de estudios y un lujoso ajedrez. Las piezas blancas eran de mármol y las negras de ónix. Al regresar a su pueblo fue recibido como un héroe. Todos lo felicitaban y le aplaudían. Entonces Martín le regaló a cada una de las treinta familias que lo había apoyado una de las piezas del ajedrez que recibió como premio. Únicamente se quedó con las dos que representaban al rey. La de mármol se la dio a su papá y la de ónix a su querido tío Anselmo.

Para pensar como grupo

  • • Si tuvieras un vecino como Martín, ¿lo ayudarías?
  • • ¿Hicieron bien el tío y el papá de Martín al aceptar el dinero que les daba la gente del pueblo?
  • • ¿Qué hubiera pasado si Martín no gana el torneo?
  • • ¿En qué parte del cuento aparece el tema de la solidaridad?

Simón, pintor de ángeles


Ya nadie sabe si todo esto ocurrió en verdad, si alguien lo inventó o si fue una mezcla de sucesos reales con la imaginación. Pero así son las leyendas. Y dice ésta que en 1566, cuando llegó a la capital de la Nueva España, su excelencia el virrey don Gastón de Peralta estaba acompañado de un numeroso séquito personal. A éste pertenecía un pintor llamado Simón, originario de Flandes. Había vivido en Lisboa y Madrid, sorprendiendo con su habilidad como retratista a ricos y nobles. Don Gastón lo había traído consigo para retratar a las figuras más notables del palacio virreinal y así lo hizo: gallardos caballeros armados y ancianas damas con sombrero. Su destreza con el pincel era exquisita; sin embargo, tenía un grave defecto: era muy mal hablado y por cualquier cosa, aunque no estuviera enojado ni quisiera ofender, soltaba un montón de groserías en los idiomas que conocía: español, flamenco y portugués. Su cercanía con el virrey evitaba que recibiera algún tipo de queja o castigo. La situación de don Gastón no era sencilla, pues muchos intrigaban en su contra.
Aunque era amable y caritativo, los oidores (los magistrados más importantes del gobierno) le levantaron falsas acusaciones con el rey de España y éste ordenó su regreso inmediato. Simón el pintor se quedó trabajando en México. Sus colegas lo envidiaban pues, a diferencia de ellos, tenía cada vez más encargos. Para poner fin a su carrera lo acusaron falsamente de haberlos insultado. Como ya no tenía la protección del virrey fue encarcelado, algo bastante injusto, pues otras personas sí decían muchísimas groserías en plena calle y nadie las castigaba. Afligido por el encierro, pensó en un plan. Descosió una moneda de oro que llevaba oculta en el pantalón y se la ofreció al carcelero. “Con la mitad de esto, compra pinceles y pinturas para mí. Guarda el resto para ti”.
El carcelero siguió sus instrucciones y le llevó los materiales. Aunque su celda estaba siempre sumida en la mayor oscuridad, conocía tan bien su oficio que con ellos pintó en la puerta sin verla una imagen de la virgen coronada por cuatro graciosos ángeles. Durante una visita de rutina, los jueces admiraron la gracia y la ligereza de una obra perfecta y delicada en todos sus detalles que vieron a la luz de un candelabro. Pensaron que aunque fuera malhablado Simón merecía que lo perdonaran y lo dejaron en libertad. Saliendo de la cárcel trabajó en la Catedral Metropolitana y realizó la imagen principal que ahora se encuentra en el Altar del Perdón. Hay quien cree que es llamado así en recuerdo de su historia.

martes, 21 de julio de 2015

Los Tres Hermanos


Jacinto y su hermano menor Javier eran dueños de una zapatería llamada “La Suela de Oro”. Allí vendían todo tipo de calzado, desde mocasines para caballero y zapatillas para dama hasta tenis para niños y pantuflas para todos. Ambos se llevaban bien y dividían las ganancias en partes iguales. Pero un día, uno de ellos acusó al otro de haber tomado dinero de la caja sin avisarle. Éste le replicó que no era cierto y aprovechó la oportunidad para reclamarle al otro que no trabajaba lo suficiente. Los dos se sintieron ofendidos. Comenzaron a discutir sin importarles la presencia de los clientes. De los reproches pasaron a los gritos, y de allí a los insultos. Hubieran terminado golpeándose si su hermana Josefina, quien por casualidad se encontraba de visita, no los detiene. Este desacuerdo marcó el final de los buenos tiempos. Javier le dijo a su hermano que no quería seguir siendo su socio. Jacinto respondió que tampoco él lo deseaba; que podía encargarse solo del negocio. Así fue como Javier se fue y, con sus ahorros, abrió su propia tienda de calzado frente a la de Jacinto. Se llamaba “La Verdadera Suela de Oro”. Ambos competían para atraer a los compradores y se volvieron rivales. En el fondo ambos deseaban reconciliarse, pero eran tan orgullosos que ninguno estaba dispuesto a dar el primer paso. A su hermana Josefina le dolía mucho que ambos se hubieran distanciado. Por ello ideó un plan. Una mañana le envió a Jacinto un correo electrónico que decía:

Hermano:
Te pido una disculpa. Fui muy injusto contigo. Te espero en casa de Josefina hoy a las 3 de la tarde para pedirte perdón.
Javier

Al leer este mensaje, Jacinto decidió que como su hermano estaba dispuesto a reconocer su error, lo perdonaría. Lo que él ignoraba era que Josefina le había mandado a Javier un correo idéntico, sólo que con la firma de Jacinto. Ambos hermanos se presentaron a la cita. Jacinto le dijo a Javier: “Querido hermanito, recibí tu mensaje. ¡Claro que te perdono!”. Al oír esto, Jacinto se sorprendió mucho y exclamó: “Pero ¿qué dices? Tú eres el que quería disculparse conmigo. Lo dijiste en tu correo”. “¿De qué correo hablas? Fuiste tú quien me escribió”, replicó el otro. “¡Discúlpate!”, exigió el mayor. “¡No, discúlpate tú!”, contestó el menor. Antes de que estallara una nueva disputa, Josefina los interrumpió. Confesó que ella era la verdadera autora de los mensajes. Lo había hecho para reunirlos y aclarar las cosas. Les pidió que reconocieran sus errores y dejaran atrás el rencor. Sin embargo, ninguno parecía dispuesto a cambiar su actitud.
“He cerrado la puerta de la calle con llave”, anunció finalmente Josefina. “No se irán hasta que arreglen sus diferencias. ¿Acaso no se dan cuenta? En el fondo, ambos quieren acabar con esta situación y volver a estar juntos. Si no fuera así, ninguno habría venido hoy a mi casa.”
Javier y Jacinto reconocieron que su hermana tenía razón. Con lágrimas en los ojos se dieron un abrazo y prometieron no reñir más. Decidieron volver a trabajar juntos. Ahora tienen otra zapatería, la cual bautizaron con el nombre de “Los Hermanos”.

¿Y tú qué piensas…? 
• ¿Consideras que Javier hizo bien cuando dejó la zapatería y puso su propio negocio?
• ¿Crees que fue correcto que Josefina haya enviado correos falsos a sus hermanos?
• ¿Por qué crees que Jacinto y Javier se resistían a pedir perdón?
• ¿Cómo te llevas con tus hermanos? ¿Discuten con frecuencia?

viernes, 17 de julio de 2015

Las Hermanas Tristeza y Alegria


En Valle Miel habían dos hermanas abejas a las cuales eran conocidas como Tristeza a la más delgada y Alegría a la gordita, ¿pero porque Tristeza?. Bueno esta abejita era demasiado tranquila para trabajar, hablar y comer, ya que siempre se sentía cansada y sin ganas de hacer nada, su rostro parecía enfermo.

En cambio Alegría era muy rápida recolectando la miel y siempre andaba cantando, saludando a todos los que encontraba. Alegría invitaba a su hermana a visitar a los animales enfermos; pero Tristeza decía que era aburrido y prefería dormir y por eso nunca tenía amigos, ya que hablar le daba pereza.

Una tarde, Tristeza se encontró un conejo atrapado en una red colgando de un árbol y éste le pidió ayuda, pero ella contesto:

– “No sirve de nada perder mi tiempo, ya te cazaron y pronto te comerán!”

Después paso Alegría, el conejo pidió ayuda y ésta rápidamente le pidió a una ardilla que cortaran el cordel, el conejo le dio las gracias. Mientras tristeza recogía con su pelaje
el polen, escuchó una vocecita:

– “¡Ayuda!”

Entre el tallo de las flores había una telaraña en donde estaba atrapada una abejita, Tristeza movió la cabeza y se fue pensando en silencio:

– “Hoy no fue mi día, todos creen que tengo ganas de ayudar ¿Cómo si a mí me ayudaran los demás?”

La abejita siguió gritando cuando Alegría le escuchó y la buscó algo para apoyarla, le tiró un pistilo para que se sujetase, y la abejita le dio las gracias pidiéndole que la acompañase a su panal, y Alegría dijo:

– “Pero ya estoy retrasada en mi trabajo por ayudar a un conejo, pero no importa, más vale ayudar a una abeja hermana”.

Cuando llegaron a la colmena su sorpresa fue que resultó ser hija de la abeja Reyna, la cual le estaba agradecida y como recompensa le otorgó el trabajo como vigilante de la colonia.

Mientras; ese mismo día, Tristeza se encontraba en medio de una tormenta y sus alas se mojaban provocando que no pudiera volar y cayó al suelo, el conejo al cual no quiso ayudar pasaba por ahí y ella le pidió ayuda, a lo que éste le contestó:

– “Recuerda que yo para ti ya estaba muerto, no me ayudaste cuando te necesité”.

Así que Tristeza terminó devorada por un sapo. Mientras que Alegría vivía en el reino como vigilante de la colonia por sus buenos actos.

miércoles, 15 de julio de 2015

Blues Para Un Funeral


Que se paren los relojes, que se que corte el teléfono,
que el perro a un hueso jugoso ya no le ladre,
que se callen los pianos y con redobles en sordina
venga el ataud y entren los dolientes.

Que los aeroplanos que gimiendo dan vueltas en lo alto
escriban en el cielo el mensaje: "Él ha muerto",
que pongan pajaritas de papel en los cuellos blancos de las palomas,
que los policias se pongan guantes negros.

Era mi norte, mi sur, mi este y mi oeste,
toda mi semana y mi día de descanso,
mi mediodía, mi medianoche, mi plática, mi canción.
Pensé, y estaba equivocado, que nuestro amor duraría siempre.

Ya no quiero las estrellas. Que las apaguen,
que empaquen la luna y desmantelen el sol.
Que sequen el océano y barran los bosques

porque ya nada de lo que venga habrá de ser bueno.

W H Auden.



martes, 14 de julio de 2015

El Anillo Del Gnomo


Había una vez un niño perteneciente a una familia muy pobre, que todos los días salía a recoger frutos en el bosque. Un día encontró a un gnomo que había sido capturado por un cuervo, usando su resortera, derribó al cuervo y liberó al gnomo.

En agradecimiento le dio una sortija mágica que al frotarlo, podía concederle tres deseos, pero le advirtió que el producto de cada deseo debía ser usado provechosamente, y luego desapareció.

El niño regresó a su casa, pero al momento de entrar, se encontró al recaudador de impuestos, no había suficiente dinero porque la cosecha fue mala ese año, ante tal situación decidió usar el poder de anillo.

Deseó que su sembradío fuera fructífero y así fue, al día siguiente toda su parcela estaba llena de toda clase de legumbres. Gracias a aquel deseo con el tiempo mejoraron su economía.

El segundo deseo fue que su hermana se casara con un hombre bien acomodado, al mes siguiente la hermana se casó con el hijo de un rico hacendado.

Finalmente deseó ser popular y pronto los demás chicos del lugar lo empezaron a admirar sin motivo alguno.

Pasaron los años y cuando creció, le dieron un puesto en la corte local, gracias al poder de la sortija se había vuelto un hombre importante, rico e influyente.

Conforme empezaba a acumular ganancias, empezó a hacerse avaro y egoísta. Un día, mientras él y algunos sirvientes andaban de cacería por el bosque, vieron a un anciano vestido de vagabundo solicitando que le dieran algo de comer, pero el joven se rehusó.

Esa noche, el mendigo se apareció en sueños, revelando ser el gnomo al que salvó, diciéndole que ignoró su advertencia, de castigo, perdería poco a poco lo que había adquirido si no cambiaba su actitud.


Tomó la decisión de no escuchar y siguió actuando avaramente, pero a la semana empezaron a ocurrir desaventuras, primero llegó una inundación y arrasó todas sus tierras, luego el esposo de su hermana le abandonó por alguien mas joven y bella; y por último, la gente se empezó a cansar de sus malos tratos y se levantó en contra suya. Fue juzgado y perdió todo lo que tenía.

martes, 7 de julio de 2015

Carrera De Zapatillas


Había llegado por fin el gran día. Todos los animales del bosque se levantaron temprano porque ¡era el día de la gran carrera de zapatillas! A las nueve ya estaban todos reunidos junto al lago.

También estaba la jirafa, la más alta y hermosa del bosque. Pero era tan presumida que no quería ser amiga de los demás animales.

La jiraba comenzó a burlarse de sus amigos:

- Ja, ja, ja, ja, se reía de la tortuga que era tan bajita y tan lenta.

- Jo, jo, jo, jo, se reía del rinoceronte que era tan gordo.

- Je, je, je, je, se reía del elefante por su trompa tan larga.

Y entonces, llegó la hora de la largada.

El zorro llevaba unas zapatillas a rayas amarillas y rojas. La cebra, unas rosadas con moños muy grandes. El mono llevaba unas zapatillas verdes con lunares anaranjados.

La tortuga se puso unas zapatillas blancas como las nubes. Y cuando estaban a punto de comenzar la carrera, la jirafa se puso a llorar desesperada.

Es que era tan alta, que ¡no podía atarse los cordones de sus zapatillas!

- Ahhh, ahhhh, ¡qué alguien me ayude! - gritó la jirafa.

Y todos los animales se quedaron mirándola. Pero el zorro fue a hablar con ella y le dijo:

- Tú te reías de los demás animales porque eran diferentes. Es cierto, todos somos diferentes, pero todos tenemos algo bueno y todos podemos ser amigos y ayudarnos cuando lo necesitamos.

Entonces la jirafa pidió perdón a todos por haberse reído de ellos. Y vinieron las hormigas, que rápidamente treparon por sus zapatillas para atarle los cordones.

Y por fin se pusieron todos los animales en la línea de partida. En sus marcas, preparados, listos, ¡YA!

Cuando terminó la carrera, todos festejaron porque habían ganado una nueva amiga que además había aprendido lo que significaba la amistad.


Colorín, colorón, si quieres tener muchos amigos, acéptalos como son.

viernes, 3 de julio de 2015

La Señal


El único superviviente de un naufragio llegó a una isla deshabitada. Pidió fervientemente a Dios ser rescatado, y cada día divisaba el horizonte en busca de una ayuda que no llegaba. Cansado, optó por construirse una cabaña de madera para protegerse de los elementos y guardar sus pocas pertenencias.
Un día, tras merodear por la isla en busca de alimento, cuando regresó a la cabaña la encontró envuelta en llamas, con una gran columna de humo levantándose hacia el cielo. Lo peor había ocurrido: lo había perdido todo y se encontraba en un estado de desesperación y rabia.
--¡Oh Dios!, ¿cómo puedes hacerme esto? --se lamentaba.
Sin embargo, al amanecer del día siguiente se despertó con el sonido de un barco que se acercaba a la isla. Habían venido a salvarlo.
--¿Cómo supieron que estaba aquí? --preguntó a sus salvadores.
--Vimos su señal de humo --contestaron ellos.

Es muy fácil descorazonarse cuando las cosas marchan mal. Recuerda que cuando tu cabaña se vuelva humo, puede ser la señal de que la ayuda está en camino.