jueves, 26 de febrero de 2015

Ese Palido Punto Azul


La imagen más lejana de la Tierra fue tomada el 14 de Febrero de 1990 por una de las sondas Voyager tras dejar atrás Neptuno. Antes de abandonar el sistema solar la sonda se giró y tomo esta fotografia donde nuestro planeta, a 6000 millones de kilometros, aparece como una mota de polvo suspendida en el espacio.

Esta imagen fue seleccionada como una las de diez mejores fotografías científicas del espacio de la historia.

Con motivo de esta imagen, nuestro admirado Carl Sagan realizó estas hermosas reflexiones sobre lo que representa ese "palido punto azul" al que llamamos Tierra


"El más distante punto... asi, tal vez no tenga particular interés, pero para nosotros es diferente.
  
Consideremos nuevamente este punto. Eso es aquí, Es nuestro hogar. Eso somos nosotros. En él estan todos los que amamos, todo los que conoces, todos de quiénes haz oído hablar, y todos los seres humanos, quiens fueran que han vivido sus vidas. La suma de nuestra alegría y sufrimiento, miles de confiadas religiones, ideologías y doctrinas económicas, cada cazador y recolector, cada héroe y cobarde, cada creador y destructor de la civilizaciones, cada rey y cada campesino, cada joven pareja de enamorados, cada madre y padre, cada esperanzado niño, inventor y explorador, cada maestro de moral, cada político corrupto, cada “superestrella”, cada “líder supremo”, cada santo y pecador en la historia de nuestra especie vivió ahí: en una mota de polvo suspendida en un rayo de Sol.

La Tierra es un muy pequeño escalón en una vasta arena cósmica. Piensa en los ríos de sangre derramados por todos esos generales y emperadores, para que, en gloria y triunfo, pudieran convertirse en amos momentáneos de una fracción de un punto. Piensa en las interminables crueles visitas que los habitantes de una esquina de ese pixel hicieron contra los apenas distinguibles habitantes de alguna otra esquina; lo frecuecia de sus malentendidos, lo impacienacia por matarse unos a otros, la generación de fervientes odios. Nuestras posturas, nuestra imaginada auto-importancia, la falsa ilusión de tener una posición privilegiada en el Universo, son desafiadas por este pálido punto de luz.

Nuestro planeta es una mota solitaria en la inmensa oscuridad cósmica. En nuestra oscuridad, en toda esta vastedad, no hay ni un indicio de que la ayuda llegará desde algún otro lugar para salvarnos de nosotros mismos. La Tierra es el único mundo conocido hasta ahora que alberga vida. No hay ningún otro lugar, al menos en el futuro cercano, al cual nuestra especie pudiera migrar. ¿Visitar?, Sí. Establecerse, ¿aún no?. Nos guste o no, por el momento la Tierra es donde tenemos que quedarnos.

Se ha dicho que la astronomía es una experiencia de humildad y construcción de carácter. Quizá no hay mejor demostración de la tontería de la soberbia humana que ésta imagen distante de nuestro minúsculo mundo. Para mí, subraya nuestra responsabilidad de tratarnos los unos a los otros más amablemente, y de preservar y cuidar el pálido punto azul, el único hogar que jamás hemos conocido"

Carl Sagan

miércoles, 25 de febrero de 2015

El Camino Azul


He vivido intensamente, eso es seguro. Al menos queda esa sensación en mi alma; ese disfrutar de cada paso; ese beber del aire una tarde de verano; esa risa eterna, interminable, hasta hacerme doler los músculos de la cara. Será por todo esto que de alguna manera me resigno, he decidido morir dignamente, tal como he vivido y por  todo lo que he vivido. Pero a veces, paradójicamente, me digo que necesito un poco más, al menos un tiempo que me permita hacer todo aquello que anhelo.
¿Vale la pena que pase mis últimos días de médico en médico, de una clínica a otro hospital? Realmente no lo creo, no quiero este final, quiero vivir el resto tal como lo he hecho hasta ahora.
¿Qué dirán ellos, los que me quieren? ¿Qué sentirán? Seguramente para ellos es igual o quizás aún más doloroso, seguramente querrán lo mejor para mí, sea lo que sea que ello implique. Quieren sostenerme y apoyarme, se muestran alegres al hablar de temas intrascendentes y tratan de ocultarme los ojos enrojecidos de llanto. Si pudiera decirles cuánto los quiero… Si fuera capaz de manifestarles todo aquello que no he podido… Si tan solo…
Vienen a mi memoria como un flash, todas las fiestas, los cumpleaños, esas vacaciones en familia: he dejado lo mejor de mí en cada etapa y he gozado plenamente. Pero ahora, esa película azul, interminablemente azul, no me deja continuar.
Hago un esfuerzo y vuelvo aún más atrás, a mi vida de niño, a mis juegos de niños, a las peleas con mis hermanos, a correr libremente por el campo. El canto de un pájaro llama mi atención, haciéndome girar la cabeza para mirar por la ventana. Los veo. Son unos cuantos gorriones revoloteando en las copas de los árboles. Siento la brisa tibia que entra por el balcón y acaricia mi rostro. ¡Qué bellos están los árboles! De uno de ellos penden unas enormes flores de color blanco. Hace años que está ahí; sin embargo nunca le había prestado demasiada atención. Es la agitación de esta vida, que sólo nos da respiro para tener una gesta gris, convirtiéndonos en personajes grises que no pueden ver ni disfrutar la simple belleza de lo que tenemos al alcance de nuestras manos. ¡Cuántas veces miré sin ver por esta ventana!
Pero ahora el juego es distinto: al menos en este momento le estoy ganando esta partida a esta vida, pese a que sea la última y aunque el cielo se tiña de un azul más profundo ante mis ojos y todo comience a girar y girar, transformándome en el principal protagonista de la misma película azul, con sus personajes azules con vidas azules y esa niebla añil que me envuelve y no me deja respirar libremente.
Luego de unos instantes, me recompongo y los miro: no lo advirtieron. Una risa me hace regresar, ellos se muestran tranquilos. Quizás les hable ahora, debería decirles que les quisiera haber dado más, tal vez nunca reclamaron tenerme más cerca pero lo necesitaron. Ellos supieron y saben que mi corazón los acompaña siempre. Y lo sienten.
Deseo explicarles el porqué de mis ausencias, demostrarles que son lo que más quiero y que he vivido por ellos. Necesito decirles que son el agua de mi vida, la primavera de mi existencia y que nunca, pero nunca los dejaré de amar. Pase lo que pase.
Debo aprovechar en este momento que están todos reunidos… Pero el azul en mi entorno se vuelve más intenso, me invade una sensación de ahogo y las palabras se detienen en mi garganta.
Si tan solo pudiera, desearía decirles simplemente que los amo, pero el dolor se torna tan grande y tan intenso que se paraliza mi cuerpo y mi mente, que continúa su camino azul.
Ellos se preocupan, hacen llamadas telefónicas, formulan preguntas que no llego a comprender y sus rostros comienzan a mezclarse en mi horizonte. ¡Los quiero!, pero no me oyen… Hago un último esfuerzo. Si tan solo pudiera…
.

Cuento de: Natalia Lasca

martes, 24 de febrero de 2015

Los Obstaculos en Nuestro Camino


Hace mucho tiempo, un rey colocó una gran roca obstaculizando un
camino. Entonces se escondió y miró para ver si alguien quitaba la
tremenda roca. Algunos de los comerciantes más adinerados del rey y
cortesanos vinieron y simplemente le dieron una vuelta. Muchos culparon
al rey ruidosamente de no mantener los caminos despejados, pero ninguno
hizo algo para sacar la piedra grande del camino.

Entonces un campesino vino, y llevaba una carga de verduras. Al
aproximarse a la roca, el campesino puso su carga en el piso y trató de
mover la roca a un lado del camino. Después de empujar y fatigarse
mucho, lo logró. Mientras recogía su carga de vegetales, notó una
cartera en el suelo, justo donde había estado la roca. La cartera
contenía muchas monedas de oro y una nota del mismo rey indicando que
el oro era para la persona que removiera la piedra del camino. El
campesino aprendió lo que los otros nunca entendieron.
  

Cada obstáculo presenta una oportunidad para mejorar la condición de uno

lunes, 23 de febrero de 2015

Michael Jordan no fue siempre Michael Jordan: la historia detrás de la leyenda


Michael Jordan perdía siempre contra su hermano Larry en el patio de su casa. No había partido ni enfrentamiento uno contra uno que el pequeño Mike abandonase con una sonrisa en su rostro.
En aquellos años, el básquetbol estaba vinculado a la frustración. La derrota era un condimento adicional en su rutina, un elemento que se introducía con suma naturalidad en sus venas.
"Gané la mayoría de los enfrentamientos hasta que comenzó a responder", dijo Larry."Y entonces, fue el final de nuestros juegos".
El pequeño MJ sufría en cada una de las derrotas, pero le apasionaba el desafío. Era como si cada una de las punzadas recibidas fortaleciera el espíritu en vez de destrozarlo. Era la tortuga y no la liebre: aceptaba lo que tenía delante y lo respetaba para luego, casi como una consecuencia, enfrentarlo hasta superarlo.
"Si llegaba a perder, debía jugar hasta ganar. Esa es la razón por la que, de manera más frecuente, todo terminaba en una pelea", agregó Larry.
Ingresó en D.C. Virgo Junior High School en la primavera de 1978. En aquel entonces, Michael Jordan era el quarterback del equipo de fútbol americano en Pop Warner, y su llegada definitiva al básquetbol fue producto de una casualidad.
MJ pasaba apenas el metro con 77 centímetros. No estaba mal para un muchacho de su edad, pero tampoco lucía como un proyecto de elite en el deporte nacional. Él lo sabía, pero había un chispazo de esperanza que hacía que, su vida de jovencito, sea a los ojos de su familia la condena de Sísifo: esfuerzo y frustración en un mismo propósito.
"Mamá, realmente quiero ser más alto", le decía Michael a su madre Dolaine día tras día."Ve, pon sal en tus zapatos y luego reza".
Cuando iba con su padre James con el mismo cuestionamiento, él abrazaba a su hijo y le susurraba: "Lo tienes en tu corazón. Puedes ser tan alto como deseas en tu pensamiento".
Cuando Mike observó en los pasillos de su colegio que Clifton 'Pop' Herring, coach del equipo de Laney High, realizaría una prueba en noviembre de aquel año en el gimnasio de la institución, no dudó en correr para anotarse cuanto antes. Era un sophomore pero sentía, en lo más profundo de su ser, que algo estaba naciendo en su favor.
Las pruebas comenzaron días después. 50 chicos competían por 15 puestos en el equipo varsity y por otros 15 en el junior varsity. Nadie sabía que, en ese estadio, iba a estar haciendo de las suyas, por dos semanas, quien luego sería el mejor jugador de todos los tiempos.
No se observó algo atípico en la prueba. Y no es para juzgar a quienes la estaban llevando adelante, porque ninguna persona en sus cabales podía anticipar un escenario tan insólito como se comprobó tiempo después. Es decir, se notaba a kilómetros de distancia que ese muchacho sabía manejar el balón, pero su tiro era apenas bueno y su defensa estaba lejos del ideal. En aquella práctica su esfuerzo fue supremo, pero había algo que iba más allá de su corazón. Se trataba de una desventaja imposible de recuperar: su estatura.
Con sólo 1.77m, Mike lucía como un jugador poco esperanzador para este equipo. No había nadie entre aquellos jovencitos que superase el metro noventa, y, como todos los entrenadores de la tierra conocen a fondo, en este deporte los centímetros pesan en la balanza más que el oro y las piedras preciosas.
Sólo uno de los asistentes de Herring había escuchado algo del joven Jordan, pero era sólo un comentario de pasillo. El resto de sus ayudantes ni siquiera sabía de quién estaban hablando cuando lo veían correr de un lado hacia el otro, con mucho más entusiasmo que conceptos claros. Su esmero lo ponía como ejemplo, pero su capacidad global como jugador no despertaba ningún alarido en las tribunas.
Dos semanas después de las prácticas, el cuerpo técnico estaba listo para dictaminar los cortes. Se harían públicos, al igual que los exámenes, con una hoja pegada en la puerta del gimnasio. El joven Mike fue, envuelto en un manojo de nervios, junto a su mejor amigo para leer la decisión final del cuerpo técnico de Laney.
La lista estaba en orden alfabético. Escuchó el grito de felicidad de su amigo Leroy Smith cuando se vio en la lista, y él, confiado, empezó a recorrer los apellidos. Pasó rápidamente por la A, la B, la C. Llegó a la G, H, I, J... y su apellido no estaba ahí. Pensó que se trataba de un error, así que observó nuevamente la lista una, dos, tres veces. Pero no.
El cuerpo técnico le había bajado el pulgar a Michael Jordan. En su lugar habían seleccionado a Smith, un jovencito de 1.95m que podía fortalecer la zona pintada. No se trataba de un corte definitivo: Mike tenía la chance de ingresar en el junior varsity. De todos modos, no era un consuelo. Se sabía, dentro del colegio, que no era lo mismo. Estar en un equipo o en el otro significaba tener una diferente categoría de jugador. Y eso se traducía en respeto.
El joven Mike recibió la noticia por la mañana y se mantuvo en el limbo durante las clases de ese día. Sentía una mezcla de bronca con decepción. Su mirada estaba perdida y deseaba desde lo más profundo de su ser que esa jornada escolar finalizase cuanto antes. Cuando escuchó la campana de salida, tomó sus libros y se esfumó a la velocidad de la luz.
Llegó a su casa y se dirigió directamente a su habitación. Cerró la puerta con llave y lloró como nunca. La frustración había inundado el ambiente, transformando los colores lúcidos en opacos. Tristeza y desahogo eran parte de un mismo envase. Todo lo que buscaba Mike era jugar con su equipo y no lo había conseguido. Sentía que todo el esfuerzo había sido en vano.
Cuando él llegó, su madre estaba en el trabajo. La esperó durante horas. Cuando escuchó el ruido de la puerta, Mike dio un salto al frente. Deloris supo en los ojos de su hijo que algo malo había sucedido.
"Mamá, el coach me ha dejado fuera del equipo", dijo Mike, y de inmediato las lágrimas volvieron a brotar de sus ojos.
Su madre lo tomó en brazos y lo contuvo lo mejor que pudo, pero no logró evitar llorar con él. Así estuvieron un buen rato. Luego conversaron y fue ahí donde Mike supo que una de las grandes barreras en busca de un objetivo es la frustración. Sin esfuerzo, no hay mérito. Sin decepción, no hay alegría. Sin fracaso, no hay éxito.
Al final de esa temporada, Mike se acercó al entrenador y le pidió si podía viajar con el equipo principal de Laney para el campeonato de distrito. El coach le dijo primero que no, luego que quizás, y finalmente, dentro del gimnasio, durante la tarde que iban a viajar, le comunicó que la única manera de ir con el equipo principal era cargando los uniformes de los jugadores.
"Si eso es lo que usted necesita, lo haré", dijo MJ, ante la sorpresa del entrenador.
El coach lo había empujado a la humillación y él había aceptado. Sabía que era el primer escalón en busca de algo grande que sólo él podía construir. El sueño siempre nace en el corazón, sube a la mente y se extiende en las extremidades.
Entonces, aquella tarde Mike cargó la ropa de los jugadores. Fue difícil porque sus padres habían asistido a ese torneo y cuando lo vieron con los uniformes en sus brazos, tuvieron un pensamiento equivocado.
"Eso fue lo que más me dolió, pensaron que el coach me había llevado para jugar. Y yo estaba cargando la ropa para el resto de los jugadores", dijo Jordan años después alChicago Tribune.
A partir de ese momento, Mike comenzó a trabajar como nunca. Su cambio en el físico colaboró con la causa: pasó de 1.77m a 1.90m en sólo un año y las cosas buenas empezaron a suceder.
Justo antes de su graduación, en 1981, la Universidad de North Carolina lo reclutó con una beca completa. Y a partir de entonces, lo maravilloso se multiplicó: brilló en la NCAA, fue elegido jugador del año, lideró a Estados Unidos al oro olímpico en 1984 con Bobby Knight al mando, y luego, al entrar en la NBA, volvió a vivir la historia que padeció a la edad de 15 años: los Portland Trail Blazers seleccionaron a Sam Bowie en segundo lugar y permitieron que los Chicago Bulls se hagan con sus servicios, en el robo de Draft más grande de todos los tiempos.
UN CHICO NORMAL, UN HOMBRE ESPECIAL 
Los orígenes del mito llamado Michael Jordan conducen, quizás, a la historia motivacional más dulce de este deporte.
Hay muy pocos casos que explican el ascenso de un joven terrenal en sus inicios a un All-Star en el momento cúspide de su carrera. Por lógica, aquellos que nacen con un talento sobrenatural se imponen primero en el playground, luego en el college, luego en la Universidad y finalmente en el básquetbol profesional. El caso de Jordan es tan curioso como extraordinario, porque no hablamos de una figura: MJ ha sido el Dios de la NBA en su modernidad.
"Probablemente fue bueno lo que sucedió en aquel entonces", dijo Jordan al Chicago Tribune"Me hizo sentir lo que significaba caer en la decepción. Me fortaleció".
Años después, el público presente en el estadio, y el resto del mundo pegado a la pantalla del televisor, rugía al observar su chaqueta roja, sus pantalones cortos y su cuerpo prodigio pisando el parquet una, y otra, y otra vez más.
Llegarían los 63 puntos a los Boston Celtics, los seis campeonatos con los Bulls, los tiros de último segundo, el partido de la fiebre ante el Jazz, su paso por el Dream Team, los All-Star y miles de historias más.
Festejar el final, entonces, es comprender el inicio.
Alcanzar el éxito, en definitiva, es saber moldear la frustración para transformarla en algo superador.
Siempre.

Bruno Altieri

viernes, 20 de febrero de 2015

Viva el Momento


Un día, mientras practicaba en el dojang del maestro Han, ejecutaba los movimientos del aikido en forma mecánica, haciendo de forma muy deficiente aquello que sabía hacer bien y volteando a ver el reloj a cada momento.
 — Tu mente está en otra parte —observó el maestro Han, alcabo de unos minutos. Tuve que admitir que, en realidad, mi mente estaba lejos de ahí. Apenas si me las había arreglado para hacerle lugar a mi lección entre dos citas de negocios. El maestro Han me hizo una reverencia, significando con eso
que la lección había terminado.
Una vez vestido con ropa de calle, iba a salir del dojang cuando me lo encontré en la puerta, esperándome.
 — Debes aprender a vivir en el presente —me aconsejó—, no en el futuro ni en el pasado. El Zen enseña que la vida debe vivirse en el momento. Al vivir en el presente estás en contacto completo contigo mismo y con tu medio ambiente, tu energía no se disipa y siempre la tienes a tu disposición. En el presente no hay remordimientos, como en el pasado; por otra parte, al pensar en el futuro diluyes el presente. El tiempo para vivir esa hora. "Mientras lo que hagas en el presente sea exactamente lo que estás haciendo en ese momento y nada más, eres uno contigo mismo y con lo que estás haciendo. . . y eso es el Zen, el hacer lo que estás haciendo en toda su plenitud. "Reflexioné luego en lo que el maestro Han había dicho. Una de las razones principales por las que me gustan las artes marciales, es porque exigen una concentración total. Durante unas horas cada semana puedo aislarme de todos los problemas y presiones de mi vida diaria. La rapidez con que tiene lugar un encuentro o sesión de práctica de las artes marciales, no deja lugar o tiempo entre dos "puntos" para la reflexión. Pero ese día yo me había permitido distraerme y mis pensamientos estaban divididos entre la junta que acababa de terminar y la que iba a tener lugar dentro de pocos minutos. Mi mente no había estado en la actividad del momento. Entonces recordé con cuánta frecuencia, al estar trabajando, dejaba que mi mente divagara de esa manera, disipando al
mismo tiempo energía y concentración, y tomé la decisión de
que me entrenaría yo mismo para que tal cosa no volviera a ocurrir. A cada una de mis actividades le daría mi concentración más absoluta. Cuando regresé a mi oficina, escribí en una

 pequeña tarjeta de archivo "Vive el Momento" y, con una chinche, la clavé en mi escritorio. Hasta la fecha esa tarjeta sigue donde la clavé, y vuelvo a leerla cada vez que me percato de que me estoy distrayendo. Desde ese día, continuamente recuerdo concentrarme en el momento en lugar de dejar que mi mente divague en el pasado o hacia el futuro.

miércoles, 18 de febrero de 2015

El Chino y el Arroz


Un hombre estaba poniendo flores en la tumba de su esposa, cuando vio a un chino poniendo un plato de arroz en la tumba vecina.

El hombre se dirigió al chino y le preguntó, levemente burlón:

- "Disculpe señor... ¿de verdad cree usted que el difunto vendrá a comer el arroz?"

- "Sí", respondió el chino, "cuando el suyo venga a oler sus flores..."

martes, 17 de febrero de 2015

Alejandro Magno y Diogenes


Al oír hablar sobre Diógenes, Alejandro Magno quiso conocerlo. Así que un día en que el filósofo estaba acostado tomando el sol, Alejandro se paró ante él.

Diógenes se percató también de la presencia de aquel joven espléndido. Levantó la mano como comprobando que, efectivamente, el sol ya no se proyectaba sobre su cuerpo. Apartó la mano que se encontraba entre su rostro y el del extraño y se quedó mirándolo.

El joven se dio cuenta de que era su turno de hablar y pronunció:

- "Mi nombre es Alejandro El Grande”. Pronunció esto último poniendo cierto énfasis enaltecedor que parecía más bien aprendido.

- "Yo soy Diógenes el perro”

Hay quienes dicen que retó a Alejandro Magno con esta frase, pero es cierto también que en Corinto era conocido como Diógenes el perro. Alejandro Magno era conocido en la polis así como en toda la Magna Grecia.

A Diógenes no parecía importarle quien era, o quizá no lo sabía.

El emperador recuperó el turno:

- "He oído de ti Diógenes, de quienes te llaman perro y de quienes te llaman sabio. Me place que sepas que me encuentro entre los últimos y, aunque no comprenda del todo tu actitud hacia la vida, tu rechazo del hombre virtuoso, del hombre político, tengo que confesar que tu discurso me fascina".

Diógenes parecía no poner atención en lo que su interlocutor le comunicaba. Más bien comenzaba a mostrarse inquieto. Sus manos buscaban el sol que se colaba por el contorno de la figura de Alejandro Magno y cuando su mano entraba en contacto con el cálido fluir, se quedaba mirándola encantado.

- “Quería demostrarte mi admiración", dijo el emperador. Y continuó: "Pídeme lo que tú quieras. Puedo darte cualquier cosa que desees, incluso aquellas que los hombre más ricos de Atenas no se atreverían ni a soñar".

- “Por supuesto. No seré yo quien te impida demostrar tu afecto hacia mí. Querría pedirte que te apartes del sol. Que sus rayos me toquen es, ahora mismo, mi más grande deseo. No tengo ninguna otra necesidad y también es cierto que solo tú puedes darme esa satisfacción”

Mas tarde Alejandro comentó a sus generales: "Si no fuera Alejandro, me hubiera gustado ser Diógenes."

jueves, 5 de febrero de 2015

El Gran Viaje


Tras muchos años de estudio, Ibrahím era capaz de hablar y discutir sobre cualquier tema que estuviese relacionado con el sentido de la vida. Conocía las últimas teorías científicas acerca del comportamiento de la materia y, además dominaba las verdades reveladas de las diferentes religiones del planeta.
En cualquier reunión en donde Ibrahím se encontrase, todos los presentes comprobaban admirados que dominaba perfectamente el arte de analizar cualquier asunto; sobre todo, si éste se refería a los interrogantes más comunes de la humanidad, que él solía definir como:
¿A dónde vamos?
¿De dónde venimos?
¿Quiénes somos?
Sin embargo, Ibrahím sentía que no había encontrado lo que realmente buscaba. No tenía paz interior y por más libros que leía, sabía que algo sutil e importante faltaba para calmar la sed que su corazón padecía.
Muchas veces se preguntaba: ¿”De qué me sirve haber repasado las bibliotecas más prestigiosas y haber escuchado a los sabios más renombrados, si no me siento conectado con la paz profunda de la que hablan todos los textos”?
Llego un día en el que Ibrahím se dijo: “Iré en busca del Maestro Interior de quien también se dice que se halla en lo más recóndito de mi Ser, para lo cual iniciaré un largo viaje y, a lo largo de las experiencias no casuales que espero vivir en el transcurso del mismo, se revelará lo que busco”.
Así que sin pensárselo más, partió hacia el Este en un despejado amanecer de primavera.
A los tres días de viaje, se encontró con un monje derviche que caminaba como él en la misma dirección. Al poco, éste habló y dijo:
¿”Quién eres y adónde te diriges”?
“Yo soy Ibrahím y soy un peregrino que busca el Maestro Interior”
A lo que el derviche contestó “Yo soy El-Faith y caminaré contigo”
“Pero… ¿Puedes tú ayudarme a encontrar el maestro Interior”? dijo Ibrahim.
A lo que el derviche respondió: “En muchos casos, el encuentro con el Maestro Interior depende de como se transforme el conocimiento teórico en experiencia, y, eso es algo que, a veces y, en parte, puede ser señalado por un compañero”.
Al rato llegaron junto a un roble que se balanceaba de manera algo extraña. El derviche se detuvo y a los pocos instantes dijo:
“Mira ese árbol. Parece estar diciendo: Algo me está lastimando, ¡Deteneos un rato y quitadlo de mi costado de manera que pueda encontrar reposo!”
“Bah, tenemos prisa”, dijo Ibrahím con cierto desdén. “Además, ¿desde cuando los árboles se comunican con los hombres?”
A las pocas horas de camino, el derviche dijo: “Cuando nos encontrábamos cerca del roble creí haber olfateado miel. Puede que la causa de tal olor sea un panal de abejas salvajes construido en un costado del árbol.”
“Si eso fuera cierto”, dijo Ibrahím. “Volvamos de prisa para recoger toda la miel que podamos, tal delicioso alimento no sólo servirá para saciar nuestro apetito, sino que también podremos vender parte y paliar los gastos del camino”.
Cuando llegaron nuevamente hasta el roble, vieron que otros viajeros habían ya descubierto el panal y estaban gozosos de haber encontrado cantidad tal, como para asegurar largo tiempo de marcha.
Ibrahín refunfuñó confuso y frustrado, pero en vista de lo cual, siguió adelante en el camino
Al poco tiempo, los dos hombres llegaron a una montaña en cuya ladera se escuchaba un zumbido. El derviche aproximó la oreja al suelo, y tras hacer una pausa, dijo:
“Debajo de nosotros hay millones de hormigas construyendo una colonia. Ese zumbido es un pedido colectivo de ayuda. En el idioma de las hormigas significa”: “¡Ayudadnos!, ¡Ayudadnos!, Estamos excavando y nos hemos tropezado con rocas extrañas que detienen nuestro avance. ¡Ayudadnos a quitarlas de ahí!”.
El derviche continuó y dijo: “¿Deberíamos detenernos a ayudar o tal vez prefieres que sigamos adelante? .
“Hormigas y rocas no son asunto nuestro hermano, tenemos objetivos más importantes, pues yo por mi parte estoy buscando al Maestro Interior.” Contestó Ibrahím.
“Como quieras”, dijo el derviche… “aunque se dice que todas las cosas están relacionadas y supongo que esto no debe ser ajeno a nuestras vidas”.
Ibrahím no prestó atención a lo que aquel viejo que le acompañaba decía ente dientes, así que siguieron el camino.
Pasadas unas horas, de pronto Ibrahím se dio cuenta de que había perdido su cuchillo.
“Debe habérseme caído cuando me agaché cerca del hormiguero”, dijo.
Así que volvieron sobre sus pasos buscando el cuchillo. Al llegar nuevamente al hormiguero no encontraron ni rastro del mismo, pero lo que sí encontraron fue a un grupo de personas, descansando junto a una enorme pila de monedas de oro que exclamaban con júbilo:
“¡Mirad este tesoro que acabamos de desenterrar! Estábamos descansando en este lugar del camino cuando de repente, un anciano derviche, por cierto muy parecido al que te acompaña, nos dijo: Cavad en este lugar y encontraréis aquello que es roca para unos y oro para otros.”
Ibrahím maldijo su suerte. “Si hubiéramos apartado la piedra del hormiguero, tú y yo habríamos sido ricos “¡Maldita sea!”
A los pocos días de travesía, llegaron a orillas de un río. El derviche se detuvo y mientras se hallaban sentados esperando a la balsa que se disponía a cruzarlos, un pez emergió varias veces, boqueando en dirección hacia ellos.
“Este pez”, dijo el derviche, “nos está enviando un mensaje que dice: Me he tragado una piedra, agarradme y dadme de comer aquella hierba”, dijo el derviche señalando unas matas, “así podré vomitarla y encontrar alivio. ¡Caminantes tened piedad!”
En ese instante apareció la balsa que se disponía a cruzarlos e Ibrahím, impaciente por seguir adelante, empujó al derviche dentro de ella diciendo apresurado. “¡Crucemos! Al fin y al cabo, los peces no son asunto nuestro”.
Una vez en la otra orilla, el barquero se sintió agradecido por la moneda recibida y les indicó un lugar cercano en el que podrían pasar la noche.
A la mañana siguiente y poco después del amanecer, encontraron al barquero diciendo alborozado a un grupo de personas: “En la pasada noche ha pasado una estrella por mi vida. Sucedió que al llegar la hora de retirarme a casa para descansar, aparecieron unos viajeros en la orilla solicitando mis servicios. Y aunque mi jornada de trabajo había finalizado y, además parecían pobres, me dije: Bueno, aunque sea por hacer la buena obra del día y recibir el “Baraka”, decidiré ayudarles y realizar el servicio que me solicitan. Pues bien, una vez realizado el cometido, de pronto vi que un pez se había arrojado sobre unos juncos y trataba de comer una hierba curativa. Sentí compasión por él y metí la hierba en su boca. Aquel pez a continuación vomitó una piedra y se zambulló de nuevo en el agua. Ante mi sorpresa, aquel trozo de roca luminosa era un perfecto diamante de incalculable valor.
Ibrahím enfurecido le dijo al derviche: “¡Eres un demonio. Tu conocías los tres tesoros por alguna percepción oculta y, sin embargo, en ninguna ocasión me lo confesaste! ¿Es eso verdadero compañerismo?
El anciano tan sólo miró a Ibrahím y sonrió con lucidez y ternura.
En ese momento, la voz áurea de un poeta que cantaba junto al río, llegó acariciando los oídos de los dos viajeros diciendo :
Llegará un día en que tras conocer y dominar
las aguas, los vientos, las rocas y el fuego
dominaremos para la Vida
las energías del amor
Ese día habremos despertado del gran sueño
y los astros bailarán la danza sagrada
que convierte el conocimiento en consciencia
y la consciencia en amor

miércoles, 4 de febrero de 2015

La Piedras



Cierto día un motivador estaba dando una conferencia sobre gestión de tiempo a un grupo de profesionales. Para dejar en claro un punto utilizó un ejemplo que los profesionales jamás olvidaran.

De pie frente a un auditorio compuesto por gente muy exitosa dijo:
Quisiera hacerles una pequeña demostración...

De debajo de la mesa sacó un jarro de vidrio de boca ancha y lo puso sobre la mesa frente a él. Luego sacó una docena de piedras del tamaño de un puño y empezó a colocarlas una por una en el jarro.

Cuando el jarro estaba lleno hasta el tope y no podía colocar más piedras preguntó al auditorio: ¿Está lleno este jarro? Todos los asistentes dijeron ¡Sí!

Entonces dijo: ¿Están seguros? Y sacó de debajo de la mesa un cubo con piedras pequeñas de construcción. Echó un poco de las piedras en el jarro y lo movió haciendo que las piedras pequeñas se acomoden en el espacio vacío entre las grandes.

Cuando hubo hecho esto preguntó una vez más: ¿Está lleno este jarro?
Esta vez el auditorio ya suponía lo que vendría y uno de los asistentes dijo en voz alta: “Probablemente no”.

Muy bien contestó el expositor. Sacó de debajo de la mesa un cubo lleno de arena y empezó a echarlo en el jarro. La arena se acomodó en el espacio entre las piedras grandes y las pequeñas.
Una vez más pregunto al grupo: ¿Está lleno este jarro?
Esta vez varias personas respondieron a coro: ¡No!

Una vez más el expositor dijo: ¡Muy bien! luego sacó una jarra llena de agua y echó agua al jarro con piedras hasta que estuvo lleno hasta el borde mismo. Cuando terminó, miro al auditorio y preguntó: ¿Cual creen que es la enseñanza de esta pequeña demostración?

Uno de los espectadores levantó la mano y dijo: La enseñanza es que no importa como de lleno esté tu horario, si de verdad lo intentas, siempre podrás incluir más cosas.

¡No! replicó el expositor, esa no es la enseñanza.

La enseñanza es que si no pones las piedras grandes primero, no podrás ponerlas en ningún otro momento.