viernes, 26 de junio de 2015

Una Mujercita Con Suerte


Una mujer pobre tenía la costumbre de ir todas las mañanas a un bosque cercano a su casa para recoger leña, que luego vendía a sus vecinos. Cierto día, encontró bajo un roble un caldero viejo de latón, ya muy oxidado por la intemperie.

―¡Vaya, qué suerte! ―exclamó―. Tiene un agujero, y no me servirá para llevar agua, pero podré utilizarlo para plantar flores.

Tapó el caldero con su mantón y, cargándoselo al hombro, emprendió el camino hacia su humilde choza. Pero empezó a notar que el caldero iba pesando más y más, así que se sentó a descansar. Cuando puso el caldero en el suelo, vio con asombro que estaba lleno de monedas de oro.

―¡Qué suerte tengo! ―volvió a exclamar, llena de alegría―. Todas estas monedas para una pobre mujer como yo.

Mas pronto tuvo que volver a pararse. Desató el mantón para ver su tesoro y, entonces, se llevó otra sorpresa: el caldero lleno de oro se había convertido en un trozo de hierro.

―¡Qué suerte tan maravillosa! ―dijo―. ¿Qué iba a hacer una mujercita como yo con todas esas monedas de oro? Seguro que los ladrones me robarían todo. Por este trozo de hierro me ganaré unas cuantas monedas normales, que es todo lo que necesito para ir tirando.

Envolvió el trozo de hierro, y prosiguió su camino.

Cuando salió del bosque, volvió a sentarse, y decidió mirar otra vez en su mantón, por si el destino le había dado otra sorpresa. Y, en efecto, así era: el trozo de hierro se había convertido en una gran piedra.

―¡Vaya suerte que tengo hoy! ―dijo―. Esta piedra es lo que necesito para sujetar la puerta del jardín, que siempre golpea cuando hace viento.

En cuanto llegó a su casa, fue hacia la puerta del jardín y abrió el mantón para sacar la piedra. Mas, nada más desatar los nudos, una extraña criatura saltó fuera. Tenía una enorme cola con pelos de varios colores, unas orejas puntiagudas y unas patas largas y delgadísimas. La mujercita quedó maravillada al ver que la aparición daba tres vueltas alrededor y luego se alejaba bailando por el valle.

―¡Qué suerte tengo! ―exclamó―. Pensar que yo, una pobre mujercita, ha podido contemplar este maravilloso espectáculo... Estoy segura de que soy la pobre mujercita solitaria con más suerte del mundo entero.


Y se fue a la cama tan alegre como siempre. Y, según se cuenta, lo más curioso es que, desde aquel día, la suerte de esta pobre mujer cambió, y ya nunca más volvió a ser pobre ni solitaria.

jueves, 25 de junio de 2015

Chocolate Y Felicidad


Hace tanto tiempo que ya nadie se acuerda de que hubo una época en la que cada niño vivía con un duendecillo de la felicidad que lo acompañaba desde el día de su nacimiento. Los duendecillos se alimentaban de la alegría de los niños, y por eso eran expertos inventores de juguetes y magníficos artistas capaces de provocar las mejores sonrisas.
Con el paso de los años, los duendes mejoraron sus inventos y espectáculos, pero la alegría que conseguían era cada vez más breve. Por más que hicieran, los niños se volvían gruñones y exigentes cada vez más temprano. Todo les parecía poco y siempre querían más. Y ante la escasez de felicidad, los duendes comenzaron a pasar hambre.
Pero cuando pensaban que todo estaba perdido, apareció la pequeña Elsa. Elsa había sido una niña muy triste, pero de pronto se convirtió en las más poderosa fuente de alegría. Ella sola bastaba para alimentar cientos de duendes. Pero cuando quisieron felicitar a su duende, el pequeño Flop, no lo encontraron por ningún sitio. Por más que buscaron no hubo suerte, y cuando lo dieron por muerto, decidieron sustituirlo por Pin, el mejor duende de todos.
Pin descubrió enseguida que Elsa era diferente. Ella no disfrutaba mucho con los regalos y maravillas de su duende. Regalaba a otros niños la mayoría de juguetes que recibía de Pin, y nunca dejaba que su duende actuase solo para ella. Vamos, que parecía que su propia alegría le importaba mucho menos que la de los demás niños y a Pin le preocupaba que con esa actitud se pudiera ir gastando toda su energía.
Una noche, mientras Pin descansaba en su cama de duende, sintió algo extraño bajo el colchón, y al levantarlo descubrió la ropa de Flop, cubierta de chocolate dorado. Como todos los duendes, Pin conocía las leyendas sobre el chocolate dorado, pero pensaba que eran mentira. Ahora, viendo que podían ser ciertas, Pin corrió hacia la cama en que dormía Elsa y miró a través de sus ojos. ¡Allí estaba Flop, regordete de tanta felicidad! Pin sabía que desde dentro Flop no podía verle, pero volvió a su cama feliz por haber encontrado a su amigo, y por haber descubierto el secreto de la felicidad de Elsa: Flop la había convertido desde dentro en un duendecillo de la felicidad, y ahora que estaba tan ocupada haciendo felices a otros se había convertido en una niña verdaderamente feliz.
Los días siguientes Pin investigó cuanto pudo sobre el chocolate dorado para enseñar a los demás duendes cómo hacer el mismo viaje. Bastaba con elegir un niño triste, posarse en su mano mientras dormía, darle un fuerte abrazo, y desear ayudarlo con todas sus fuerzas.
Así fue como Pin se convirtió en un bombón dorado. Y a la mañana siguiente aquel niño triste se lo comió. Aunque sabía que no le dolería, pasó muchísimo miedo, al menos hasta que le tocó la lengua, porque a partir de ese momento sintió las cosquillas más salvajes y rió y rió y rió… hasta que estalló de risa. Y entonces apareció en el alma de aquel niño triste, dispuesto a convertirlo en un auténtico duendecillo de la felicidad ayudando a otros a ser más felices.

Los demás duendes no tardaron en imitar a Pin y a Flop, y pronto cada niño tuvo en su interior un duendecillo de la felicidad. El mismo que aún hoy nos habla todos los días para decirnos que para ser verdaderamente felices hay que olvidarse un poco de las propias diversiones y hacer algo más por los demás.

miércoles, 24 de junio de 2015

Evi La Montaña Mas Bella Del Mundo


En un lugar muy lejano había una cordillera montañosa que se había formado hacía miles de años. Una de las componentes de aquel accidente geofráfico tan magnífico era Evi, de algo más de ocho mil metros de altura, que se erguía envuelta en viento y nieve la mayor parte del año, y donde en su cumbre se alcanzaban unas temperaturas bajísimas.

Después de la época de monzones, las rutas de senderismo que los montañeros y los aficionados a la naturaleza hacían por allí eran una auténtica delicia. El fin para todos era alcanzar la cima de Evi, y hacerse muchas fotos allí arriba.

Evi se sentía muy halagada por todos aquellos caminantes y todas las cámaras de fotos que se llevaban su imagen impregnada en el objetivo de la máquina, pero había algo que no le convencía, y le decía a sus compañeras más cercanas en noches de viento y tormenta, para que nadie más la entendiera:

“Me siento desaprovechada, cuando hacen una foto de mi cima, los montañeros solo ven eso, mi cabeza, pero no se dan cuenta de lo que hay debajo, ¿qué puedo hacer para abrirles los ojos?”.

Sus compañeras Lhotse y Makalu se quedaban perplejas al oír a Evi decir estas cosas, ojalá ellas tuvieran la misma fama y la gente se hiciera tantas fotos en sus cimas.

Un día de verano llegó a la cima el montañero más mayor de la historia, Kitzal de 93 años de edad, alcanzó la cima sin ayuda de ningún tipo, y al llegar a la parte superior de Evi dijo:

“El mayor logro de mi vida ha sido llegar hasta aquí disfrutando más del camino que de la llegada, por eso estoy deseando volver a bajar, para volver a saborear las laderas de esta gran montaña, con su naturaleza, su gente y su actitud ante la vida”.

Evi al oír estas palabras, se emocionó tanto que la nieve que aún quedaba en su cima más elevada se derritió y como si de una canoa se tratase, Kitzal bajó la montaña deslizándose por ella hasta llegar al pie de la montaña.


Cuando el viejo y Evi se miraron desde abajo, ambos entendieron lo que había sucedido. Kitzal se depidió de Evi, y la gran montaña sintió como si un gran maestro de la vida le hubiera enseñado a vivir para siempre. Evi viviría por muchos años, y enseñaría a muchos montañeros y compañeras su nueva filosofía de vida, aunque los demás solo vieran que era la montaña más bella del mundo.

martes, 23 de junio de 2015

El Caracol Y La Flor


Cierto día, un caracol cuyo caparazón era blanco como una nube, acostumbraba a pasear por los jardines.

Se sentía triste porque su caparazón no era colorido; no le gustaba mirarse en los espejos, le pesaba ver a las mariposas con alas multicolor y las flores con sus hermosos tonos, como si fueran acuarelas.
Una tarde, mientras caminaba en el jardín, el caracol se cruzó con unos pinceles que le preguntaron:

– “¿Por qué lloras, por qué estas tan apenado?

El caracol respondió:

– “Es por mi caparazón, es pálido; a nadie le llamó la atención, nadie se enamoraría de mi”.

Al escuchar ésto, los pinceles lo consolaron con un abrazo y les dijeron al caracol:

– ” Pintaremos tu caparazón con los mas bellos colores, te gustará verte distinto en los espejos y cualquiera se enamorará de ti”.

Los pinceles le dieron vida al caparazón del caracol.

Al día siguiente, el caracol salió a pasear al atardecer por el jardín.Una flor lo miró con asombro, le dijo:

– “Que hermoso que eres”

Y el caracol contempló sus pétalos radiantes. Ambos se enamoraron a primera vista.

En la noche, el caracol y la flor bailaron juntos hasta el amanecer y fueron felices para siempre.

lunes, 22 de junio de 2015

Vivir El Presente


Un día, un hombre se encontró con un sabio anciano por la calle. Se acercó a él y le preguntó:
-Dicen por ahí que eres la persona más sabia de aquí… ¿es verdad?
-Sí, lo soy- respondió el sabio.
-Entonces, contéstame: ¿qué puede hacer un sabio como tú que no pueda hacer cualquier otra persona?- preguntó el hombre, algo molesto.
El anciano estaba sorprendido por la pregunta de ese hombre y por poner en duda su sabiduría, así que le contestó:
-Cuando yo como, sólo como. Cuando duermo, sólo duermo. Y cuando hablo contigo, sólo hablo contigo. Eso es todo.
-¿Y ya está?- respondió el hombre incrédulo.- Eso también puedo hacerlo yo, y no soy ningún sabio- añadió.
-Lo dudo mucho.- le dijo el sabio.- Seguro que cuando duermes, piensas en lo malo del día o lo que te espera la mañana siguiente. Cuando comes estás pensando qué harás más tarde. Y, cuando hablas conmigo, estás pensando qué respuestas me darás y qué me dirás, en vez de escuchar lo que te digo. Para ser sabio, el secreto está en vivir cada momento del presente, ser consciente de lo que vivimos y así poder disfrutar de cada minuto de la vida.

jueves, 18 de junio de 2015

Una Gota en Un Mar Inmenso


"Dijo. un hombre a otro:
-Con la marea alta, hace mucho tiempo, escribí con mi cayado, unas líneas en la arena. Y la gente aún se detiene para leerlas y cuida mucho de que no se borren. 
Y el otro hombre dijo:
-Yo también escribí unas líneas en la arena, pero lo hice durante la marea baja. Y las olas del inmenso mar las borraron y breve fue su vida. Pero dime; ¿qué fue lo que tú escribiste? Y el primer hombre respondió:
-Escribí Soy lo que soy. ¿Y tú, qué escribiste?
Y el otro hombre dijo:
-Escribí esto: Soy sólo una gota de este mar inmenso. "

K. Gibran

martes, 16 de junio de 2015

Lo Que Pienso De Ti


Cierto día una maestra pidió a sus alumnos que escribieran el nombre de cada compañero de clase y la cosa más linda que pudieran decir de cada uno.

Durante ese fin de semana la maestra escribió el nombre de cada uno de sus alumnos en hojas separadas de papel y copió en ella todas las cosas lindas que cada uno de sus compañeros había escrito acerca de él.

El lunes entregó a cada alumno su lista. Casi inmediatamente toda la clase estaba sonriendo. "¿Es verdad?", ella escuchó a alguien diciendo casi como en un susurro. "Yo nunca supe que podía significar algo para alguien", y "Yo no sabía que mis compañeros me querían tanto", eran los comentarios.

Años más tarde uno de los estudiantes murió en Vietnam y la maestra asistió a su funeral. En la iglesia estaban sus compañeros de clase. La maestra fue la última en acercarse al ataúd.

Mientras estaba allí, uno de los soldados de la guardia de honor se acercó a ella y le preguntó: "¿Era usted la profesora de Marcos"?.
-"Sí".
-"Marcos hablaba mucho acerca de usted"

Después del funeral la mayoría de los compañeros de Marcos fueron juntos a comer con los padres de Marcos y la profesora.


El papá, sacando una billetera, dijo a la profesora: "Queremos mostrarle algo".  "Lo encontraron en la ropa de Marcos. Pensamos que usted lo reconocerá". Abriendo la billetera, sacó cuidadosamente un pedazo de papel remendado y muy gastado por el uso.

Era la hoja en la que ella había registrado todas las cosas lindas que los compañeros de Marcos habían escrito acerca de él.

"Gracias por haber hecho lo que hizo", dijo la madre de Marcos. "Como usted ve Marcos lo guardaba como un tesoro"

Los compañeros de Marcos comenzaron a juntarse alrededor. Carlos sonrió y dijo tímidamente: "Yo todavía tengo mi lista. La esposa de Felipe dijo: "Felipe me pidió que pusiera el suyo en nuestro álbum de boda". "Yo tengo el mío también", dijo otro. "Está en mi diario". Entonces Victoria, otra de sus compañeras, metió la mano en su cartera, sacó una billetera y mostró al grupo su gastada y arrugada lista. "Yo la llevo conmigo todo el tiempo".

La maestra se sentó y lloró. ¿cómo podían trascender tanto unas sencillas palabras de afecto escritas en una hoja de papel?

lunes, 15 de junio de 2015

El Televisor


En una clase de literatura en el colegio, la profesora pidió a sus alumnos que hicieran una redacción sobre en qué les gustaría convertirse.

Algunos niños querían ser tigres, robots, super héroes, bomberos.. pero le sorprendió y le conmovió profundamente la redacción en la que uno de sus alumnos le comentaba que quería ser un televisor, decía así:

"Si pudiera hacer magia y transformarme en otra cosa me gustaría ser un televisor. Quisiera ocupar su lugar. Quisiera vivir lo que vive la tele de mi casa. Es decir, tener un cuarto especial para mí y reunir a todos los miembros de la familia a mí alrededor.
Ser tomado en serio cuando hablo. Convertirme en el centro de atención y ser aquel al que todos quieren escuchar sin interrumpirlo ni cuestionarlo. Quisiera sentir el cuidado especial que recibe la tele cuando algo no funciona.

Tener la compañía de mi papá cuando llega a casa, aunque este cansado del trabajo.
Que mi mamá me busque cuando esté sola y aburrida, en lugar de ignorarme, y que mis hermanos se peleen por estar conmigo.

Me gustaría poder divertirlos a todos, aunque a veces no les diga nada. Quisiera vivir la sensación de que lo dejen todo por pasar unos momentos a mi lado. Me gustaría vivir lo que vive mi televisión".

miércoles, 10 de junio de 2015

Las Pescadoras


Se trataba de un grupo de pescadoras. Después de concluida la faena, se pusieron en marcha hacia sus respectivas casas. El trayecto era largo y, cuando la noche comenzaba a caer, se desencadenó una violenta tormenta.
Llovía tan torrencialmente que era necesario guarecerse. Divisaron a lo lejos una casa y comenzaron a correr hacia ella. Llamaron a la puerta y les abrió una hospitalaria mujer que era la dueña de la casa y se dedicaba al cultivo y venta de flores. Al ver totalmente empapadas a las pescadoras, les ofreció una habitación para que tranquilamente pasaran allí la noche.
Era una amplia estancia donde había una gran cantidad de cestas con hermosas y muy variadas flores, dispuestas para ser vendidas al siguiente día.

Las pescadoras estaban agotadas y se pusieron a dormir. Sin embargo, no lograban conciliar el sueño y empezaron a quejarse del aroma de las flores: “!Qué peste! No hay quien soporte este olor. Así no hay quien pueda dormir”. Entonces una de ellas tuvo una idea y se la sugirió a sus compañeras:
-No hay quien aguante esta peste, amigas, y, si no ponemos remedio, no vamos a poder pegar un ojo. Coged las canastas de pescado y utilizadlas como almohada y así conseguiremos evitar este desagradable olor.
Las mujeres siguieron la sugerencia de su compañera. Cogieron las cestas malolientes de pescado y apoyaron las cabezas sobre ellas. Apenas había pasado un minuto y ya todas ellas dormían profundamente.

Reflexión: Por ignorancia y ausencia de entendimiento correcto, el ser humano se pierde en las apariencias y no percibe lo Real.

Coaching Al Alma De Un Cojo Y Un Ciego Que Mendigaban En Una Esquina


Érase una vez un cojo y un ciego que pedían limosna en la misma esquina… tenían una odiosa relación generada por la competencia por la misericordia de los transeúntes.

Y así fueron envejeciendo en la misma acera de siempre, sin jamás entablar amistad ni procurar conocerse y menos comprenderse. Sus conversaciones -cuando las había- estaban contaminadas de quejas condenando y culpando de sus desgracias al destino, a la gente, al sistema, en fin… recargadas de malos augurios, y así sus vidas se arrastraban entre un resentimiento enfermizo y una resignación perdedora.

En una ocasión, el cojo se lamentó que su desgracia ni siquiera le permitía cambiar de esquina para mendigar… entonces el otro se apresuró a un lamento más trágico aún, agregando que para él era muchísimo peor todavía puesto que era ciego y… En eso se les iba la vida, hasta que una mañana los dos mendigos, ya cansados de gastar sus energías iniciaron un diálogo diferente.

-¿Y usted cómo anda? -saludó el ciego al cojo.

-Tal como usted ve -respondió el cojo.

Y así, de a poquito la relación se fue haciendo más llevadera, el cojo fue olvidando su “mala pata” y el ciego empezó a hablar con “altura de miras”. Por primera vez se percataron que ambos tenían un sueño en común, ir a la orilla del río que estaba a unas pocas cuadras para oír de cerca la música del agua.

-Si sólo pudiéramos trasladarnos un par de cuadras por nosotros mismos y no estar siempre dependiendo de los demás -dijo el cojo. Apenas escuchó esto algo sucedió en el alma del ciego, sintió que un fuerte cambio le ocurría y poco a poco fueron simpatizando más y más. Hasta que sin darse cuenta, imaginaron que iban a mendigar a la orilla del río… y que ahí escuchaban correr el agua… y sentían como las gotas los salpicaban y entusiasmados empezaron a soñar.

Y en un corto tiempo lograron cambiar aquellos paradigmas que los habían oprimido durante toda la vida y entraron a los espacios de la confianza, de las alianzas y de la abundancia.


Y así fue que un miércoles del mes de marzo, el cojo montó en los hombros del ciego y con la vista certera del primero y las fornidas piernas del segundo llegaron rápidamente a la orilla del río donde se instalaron con un nuevo negocio que resultó muy exitoso. Al cabo de un tiempo comenzaron a soñar con un viaje alrededor del mundo.

martes, 9 de junio de 2015

La Tristeza Y La Furia


En un reino encantado donde los hombres nunca pueden llegar, o quizás donde los hombres transitan eternamente sin darse cuenta...
En un reino mágico, donde las cosas no tangibles, se vuelven concretas...

Había una vez...
Un estanque maravilloso.
Era una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde todas las tonalidades del verde se reflejaban permanentemente...
Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose mutua compañía, la tristeza y la furia.

Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas, las dos, entraron al estanque.
La furia, apurada (como siempre está la furia), urgida -sin saber por qué- se baño rápidamente y más rápidamente aún salió del agua...

Pero la furia es ciega, o por lo menos, no distingue claramente la realidad, así que desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró...

Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza...

Y así vestida de tristeza, la furia se fue.

Muy calma, y muy serena, dispuesta como siempre, a quedarse en el lugar donde está, la tristeza terminó su baño y sin ningún apuro (o mejor dicho sin conciencia del paso del tiempo), con pereza y lentamente, salió del estanque.

En la orilla encontró que su ropa ya no estaba.

Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la furia.

Cuentan que desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien, encontramos que esta furia que vemos, es sólo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en realidad... está escondida la tristeza

Espíritus Devaluados


A Dios se le ocurrió venir de visita a la tierra y eligió una ciudad latinoamericana. Paseando por la plaza central, de pronto se percató de que una de sus sandalias se había roto. Pensó que sería una buena oportunidad para conocer más íntimamente el comportamiento del ser humano, pues para él una sandalia rota era un detalle sin importancia; buscó un lugar para que se la repararan; entró a un establecimiento en que el zapatero, un hombre de mediana edad, más que darle la bienvenida le gruñó:

— ¿Qué quiere?

— ¿Podría reparar mi sandalia?

— Enséñemela. Si se puede lo hago y si no, tírela a la basura.

Dios se la entregó y se dedicó a escuchar y observar el comportamiento del zapatero, quien no cesó de quejarse.

—Me ha ido muy mal, pocos clientes y puros trabajitos que dejan muy poco, como esta sandalia, además, la situación política de mi país es un verdadero carnaval, nuestros funcionarios son unos payasos buenos para nada, y qué decir del terror que han sembrado los narcotraficantes, a quienes nadie puede detener, pues abusan de todo y de todos. La vida cada día es más cara, es imposible vivir decentemente; y agréguele —prosiguió el zapatero—: mi mujer está muy enferma y trabajo sólo para comprar medicinas; mi hijo mayor no tiene trabajo y lleva ya un año sin aportar un solo centavo a la casa; el marido de mi hija resultó un vago y ella trabaja para mantener a toda su familia; y para colmo de males, acaban de devaluar la moneda y todo se ha encarecido en forma terrible. Esto ya no es vida —concluyó— y entregó la sandalia reparada.

Dios, no acostumbrado a pedir la cuenta, se la calzó y se despidió, a lo que el zapatero, sorprendido, le reclamó: — ¿Acaso se va a ir sin pagarme? Esto es el colmo, ¡cree que soy un estúpido! o me paga o llamo a la policía. Sin alterarse, Dios respondió:

—Tranquilo, hijo mío, yo soy Dios, no acostumbro usar dinero, pero pídeme lo que quieras.

El zapatero, confundido, incrédulo y desconfiado, preguntó:

— ¿De veras eres Dios?

—Por supuesto, pide lo que quieras.

— ¿De veras? —Volvió a preguntar el sorprendido zapatero—, ¿lo que quiera? —a lo que Dios asintió:

—Pide lo que desees.

—Bueno —dijo el zapatero—, dame 100 mil dólares, con eso resuelvo toda mi vida.

—Bien —replicó Dios—, pero me tienes que dar algo a cambio.

— ¿Qué quieres que te entregue, Señor?

—Dame tus piernas.

— ¡Imposible! —Exclamó el zapatero—, ni por 300 mil dólares te las daría. Verás, las aprecio mucho y no me puedo imaginar sin piernas.

—Está bien, si no me quieres dar tus piernas, dame tus brazos.

Furioso, el zapatero replicó:

— ¡Imposible!, ni por un millón de dólares te los daría, ¿no ves que es con lo que mantengo a mi familia?; además, me convertiría en un inútil para muchas cosas.

—No te alteres —agregó Dios—, si no me quieres dar las piernas ni los brazos, dame tus ojos.

El zapatero gritó:

—Ni por todo el dinero del mundo te daría mis ojos. Dios, no seas tan cruel, pídeme algo que me sea más fácil entregarte. Y Dios concluyó:

— ¿No te das cuenta de que te he entregado todo sin pedirte nada a cambio? No existe fortuna capaz de comprar a un ser humano. Se puede devaluar tu moneda, pero no permitas que se devalúe tu espíritu. Entrégame tus deseos de vivir, de construir, de luchar, de amar y yo te daré todo lo que quieras.


Tú tienes la respuesta, atrévete a decir sí a la vida.

lunes, 8 de junio de 2015

El Niño y La Montaña


Érase una vez un pequeño que tenía ganas de llegar a la cima de una montaña. Y comenzó el camino ¡y paass! que se resbala. Se pone a llorar y gritarle a la vereda. Avanza unos metros ¡y paass! se raspa los brazos. Se detiene, se pone a llorar y se enoja contra los arbustos. Sigue avanzando ¡y zaas! comienza a llover “maldita lluvia”. Se detiene, se enoja y se queda detenido por unos minutos.

Y entonces un ángel baja y le dice “¿por qué enojarte contra la naturaleza? Así la creó Dios. Si quieres llegar a la montaña ¿qué te conviene hacer?”.

A lo que el pequeño respondió: “me siento muy enojado porque los arbustos me dañan y la vereda hace que me tropiece, pero si sigo parado y llorando ¡seguiré aquí! y yo lo que quiero, es llegar a la cima y contemplar las estrellas desde ahí”.

El ángel replicó: “La vereda te hará caerte, los arbustos seguirán hiriéndote y la lluvia mojándote, que harás de diferente, entonces?”

“Soportar y seguir avanzando” respondió el niño. “Cada vez que la lluvia me moje, aunque no me guste, pensaré que quiero llegar a la cima, cada vez que el arbusto me hiera, aunque me duela, pensaré en la visión desde la cima que me espera cuando llegue ¡que tonto he sido! cada minuto que me paro y me pongo a llorar, es un minuto que desperdicio en avanzar. No volverá a suceder.”

Las dificultades en el camino del pequeño siguieron siendo las mismas. No era agradable, pero la diferencia, es que mantenía la visión de la cima y eso le daba fuerzas para seguir.


¿Llegó? No lo sabemos. Pero entender que la naturaleza era así y seguir avanzando a pesar de todo, hizo un mundo de diferencia en su vida.

Se busca Exterminador de Hormigas


Un día en un periódico local apareció un anunció: “Se busca exterminador de hormigas”. Hasta la casa del anunciante, llegaron como si de un desfile se tratara, numerosas personas dispuestas a fulminar la plaga, pero uno a uno todos marchaban profiriendo insultos contra el que pretendía contratarles.

Pasaron los meses, y el anuncio seguía presente en el periódico, pero ya nadie respondía a él.

El hombre desesperado modificó el texto: “Entrego mi casa a quien extermine mis hormigas”.

Al día siguiente, hacia las 12, un anciano con voz temblorosa se presentó ante él.
– “¿Qué desea buen hombre?”-
– “Vengo a eliminar sus hormigas”

El dueño de la casa se le quedó mirando, ¿cómo iba, este pobre anciano, a resolver su problema, cuando otros más jóvenes y bien preparados ni siquiera lo habían intentado?

“¿Puedo pasar?” – preguntó el anciano.
“Adelante” – respondió el joven echándose hacia un lado. Entraron en el salón y se sentaron.
– “¿Dónde se encuentran las hormigas?”
– “Ahora no se ven, solo salen de noche desfilando a mi alrededor, y no me dejan dormir”.
– “¿Alguien ha intentado hacerlas desaparecer?”
– “Nadie. Todos se han ido furiosos de aquí”
– “¿Por qué?”
– “Querían fumigar la estancia y no funcionaria, pues solo están a mi alrededor y el veneno me mataría a mí. Querían fumigar de día, pero solo salen de noche, así que cuando les decía que tendrían que pasar la noche en mi dormitorio, que es donde aparecen, se ponían furiosos y me insultaban”.
El anciano soltó una risita: “Hombre dicho así…”
– “Mire, a mi no me importa lo que piensen, solo quiero solucionar mi problema. ¿Qué puede hacer usted?”

El anciano se aclaró la voz y mientras encendía una pipa preguntó: “¿Cómo es su tamaño?”
– “Chiquito, pero a veces se juntan y parecen gigantes”
– “¿A qué hora salen?”
– “Indefinida, pero solo cuando me acuesto”
– “Y ¿meten mucho ruido?”
– “Es un murmullo constante, y aunque tape mis oídos continua, a veces parece que resuenan dentro de mi cabeza”
– “Y ¿de qué hablan?”
– “¿Hablar…? ¡¡¡Son hormigas….!!!”

El anciano impertérrito volvió a preguntar: “Ya…, pero ¿de qué hablan…?”
El hombre suspiró, cuando contó a los fumigadores que las hormigas mantenían conversaciones le tacharon de loco, y se juró no volver a decirlo a nadie, pero el anciano lo había adivinado. Se le quedó mirando antes de responder, pero él se adelantó. “Yo padecí una plaga igual y las mías hablaban siempre de dinero, como guardarlo, dónde invertirlo, dónde esconderlo… pero eso fue hace tiempo. Y las suyas ¿de qué hablan?”
– “De tristeza, soledad, vejez…”
“Entiendo… – respondió el anciano -, todo eso le machaca por la noche, y durante el día ¿en qué piensa?”
– “No tengo tiempo, trabajo en mi despacho y no salgo con nadie.
– “Y si pudiera hablar con alguien ¿de qué hablaría…?

Poco a poco entraron en conversación, hablaron de música, de viajes, de literatura y al finalizar, el anciano se despidió.
– “Mañana volveré, quizá alguna salga esta noche, pero mañana se habrán terminado”
Incrédulo el hombre cerró la puerta. No le importaba que el anciano volviera, al fin y al cabo, había disfrutado. Cuando esa noche se acostó, sus pensamientos se centraron en la conversación y sorpresivamente las hormigas las sentía lejanas y poquitas.

Tres días más con el anciano y desaparecieron definitivamente.

Entonces el anciano reclamo su precio: “Prometiste tu casa, si terminaba con la plaga, así que ahora tu casa es mía, pero si lo deseas la podemos compartir, y así nos aseguramos que nunca vuelvan a aparecer”.

sábado, 6 de junio de 2015

Cuanto Daria


Hoy saqué de la pequeña bodega de Francisco, una botella de vino tinto. Sé que con ello, lo hice muy feliz…
Tengo la bendición de tener un grupo de amigos que me acompañan desde la época del colegio.
Crecimos juntos, nos divertimos, sufrimos, nos hemos acompañado, alejado por un tiempo tal vez, pero seguimos unidos luego de tantos años.
Tengo una historia de vida con ellos, con todos y con cada uno. Experiencias de niños, de jóvenes, de adultos. Nuestra vida ha ido cambiando, se ha ido transformando y algunos tal vez no somos los mismos de antes, pero nos une el amor que nos tenemos y la fuerza de todo lo vivido.
Cuando tienes amigos desde pequeño, amigos entrañables, tienes también –en cierto modo- a sus familias contigo. Conoces a tus padres, llegas a quererlos, los ves envejecer y los despides cuando parten. Un amigo te da no solo todo lo que él puede brindarte, sino que “presta” si cabe el término a su familia, que con el correr del tiempo, se hace un poquito propia también.
Eduardo es uno de esos amigos que la vida me regaló y Francisco, su padre, es también parte de mi historia, de nuestra historia.
Cuando éramos más jóvenes, libres, con el solo compromiso de pasarla bien y estar juntos, solíamos pasar mucho tiempo en la casa de Eduardo. Charlábamos, escuchábamos música, fantaseábamos con lo que sería nuestra vida luego y siempre, pero siempre, yo sacaba de la pequeña bodega de Francisco, una botella de vino tinto.
De carácter fuerte y poca paciencia, Francisco parecía siempre tener un reto en la punta de la lengua, una mirada severa a nuestras conductas juveniles. Hoy sé que era más una postura que otra cosa. No obstante, más allá de su carácter y su posible enojo, yo no podía evitar mi costumbre de sacarle, cada vez que iba, una botella de vino para compartir luego en otro lado con mis amigos.
Yo sabía que él sabía que era yo quien jugaba ese juego y él jugaba conmigo. Yo no le decía nada, él tampoco. De vez en cuando hacía algún comentario respecto de las botellas que faltaban y parecía enojado y molesto, pero por algo ninguno de los dos abandonó esa costumbre, más tarde lo entendí.
El tiempo pasó, para Eduardo, para Francisco, para mí. La vida cambia como debe cambiar, como es lógico que cambie, pero aún así no siempre es fácil aceptarlo. Francisco perdió a su mujer, quedó solo en la casa, solo con esa bodega que, a medida que todos fuimos convirtiéndonos en hombres ocupados, siempre estaba llena.
Ya no nos juntamos en la casa de Eduardo, ni en la de otro tampoco, mantenemos la costumbre de ir a cenar afuera una vez por semana. Por el tiempo que dura esa cena, volvemos a ser los de antes y es hermoso que así sea.
Ya no frecuentamos a los padres de uno o de otro, algunos ya ni siquiera los tienen porque la vida pasa y pasa para todos.
La semana pasada acompañé a Eduardo a ver a su padre. Francisco me recibió con un gesto diferente, ya no era ese hombre enojado de antes, su mirada era más dulce y estaba repleta de nostalgia.
Lo abracé con mucho cariño, con un cariño de años y él me devolvió ese abrazo. Charlamos, nos reímos y recordamos los tiempos en los que nuestra visita era frecuente en su casa.
Como no podía ser de otra manera, hablamos de las famosas botellas de vino que siempre faltaban luego de nuestras visitas.
Un poco en broma, un poco en serio, le pedí disculpas por tantos “robos” y su respuesta caló hondo, muy hondo en mi alma.
Lejos de hacer algún comentario en todo de enojo, me miró y me dijo:
-¡No sabes cuánto daría porque volvieses a sacarme una botella de vino!
No pude contestarle, le sonreí, acaricié su hombro y callé.
La vida había pasado también para Francisco. Ya no había jóvenes revoltosos por su casa, nadie desordenaba, ni hablaba fuerte, hoy lo acompañaba la soledad. Me di cuenta que esa época no solo había sido hermosa para nosotros, sino también para nuestros padres.
Me fui con su frase clavada en el pecho y su mirada instalada en mi corazón.
Decidí entonces que el siguiente jueves no iríamos a un restaurante, sino a comer con Francisco, a su casa y así lo hicimos.
Nos recibió feliz, rió, comió, conversó, fue una noche donde –por un ratito- algo del pasado volvía al presente. Disfrutamos cada uno de la compañía del otro. En los ojos de Francisco brillaba la felicidad y el agradecimiento.
La noche pasó muy de prisa, demasiado sin dudas, debíamos retirarnos pues ya no podíamos –como antes-dormir hasta tarde el día siguiente.
Antes de irme, y como no podía ser de otra manera, saqué una botella de vino de la pequeña bodega de Francisco. La guardé en mi maletín y salí, no sin antes abrazarlo con mucha fuerza y en ese abrazo, el pasado volvió a ser presente.

Sé que no bien cerró la puerta, Francisco fue a la bodega y sonrió como si el tiempo, por esta noche, se hubiera detenido. Sé que esa noche, le devolví un poco de esa vida que tanto habíamos disfrutado ambos.

viernes, 5 de junio de 2015

Tu Actitud Ante Los Problemas


Cuentan que una persona muy deprimida, le propuso a un amigo pagarle una gran suma de dinero si lo llevaba a un sitio donde la gente no tuviera problemas. El amigo aceptó, con la condición de que le pagara por adelantado. La persona aceptó la oferta y, al día siguiente, lo llevó a un cementerio.

Como bien se desprende de esta pequeña historia, los problemas forman parte de la vida. Nosotros, como seres humanos no tenemos la capacidad de impedir que surjan. Sin embargo, tenemos la libertad de definir es cómo reaccionamos ante ellos.

De ti depende sumergirte en las profundidades del abismo o bien, visualizar cada dificultad a la que te enfrentes en la vida como una oportunidad disfrazada.

De Ti Depende


Unos obreros estaban picando piedras frente a un enorme edificio en construcción.
Se acercó un visitante a uno de los obreros y le preguntó:
-¿Qué están haciendo ustedes aquí?
El obrero lo miró con dureza y le respondió:
-¿Acaso usted está ciego para no ver lo que hacemos? Aquí, picando piedras como esclavos por un sueldo miserable y sin el menor reconocimiento. Vea usted ese mismo cartel. Allá ponen los nombres de Ingenieros, Arquitectos, pero no ponen los nuestros que somos los que trabajamos duro y dejamos en la obra el pellejo.
El visitante se acercó entonces a otro obrero y le preguntó lo mismo.
-Aquí, como usted bien puede ver, picando piedras para levantar este enorme edificio. El trabajo es duro y está mal pagado, pero los tiempos son difíciles, no hay mucho trabajo y algo hay que hacer para llevar la comida a los hijos.
Se acercó el visitante a un tercer obrero y una vez más le preguntó lo que estaba haciendo. El hombre le contestó con gran entusiasmo:
-Estamos levantando un Hospital, el más hermoso del mundo. Las generaciones futuras lo admirarán impresionados y escucharán el entrar y salir constante de las ambulancias, anunciando el auxilio de Dios para los hombres. Yo no lo veré terminado, pero quiero ser parte de esta extraordinaria aventura.

El mismo trabajo, el mismo sueldo, la misma falta de reconocimiento; una misma realidad. Tres maneras distintas de vivirla: como esclavitud; como resignación; como pasión, aventura y desafío.
Piensa que el mundo es un infierno y lo será. Piensa que este mundo es parte del Paraíso y lo será.
Vivir con ilusión, convertir el trabajo en una fiesta, sentirnos parte de las buenas obras…


¡De ti depende!

jueves, 4 de junio de 2015

El Niño Y Los Dulces


Un niño metió su mano en un recipiente lleno de dulces. Y tomó lo más que pudo, pero cuando trató de sacar la mano, el cuello del recipiente no le permitió hacerlo. 
Como tampoco quería perder aquellos dulces, lloraba amargamente su desilusión. 
Un amigo que estaba cerca le dijo: - Confórmate solamente con la mitad y podrás sacar la mano con los dulces-.

Nunca trates de abarcar más de lo debido, pues te frenarás.

El Aguila y El Escarabajo


Estaba una liebre siendo perseguida por un águila, y viéndose perdida pidió ayuda a un escarabajo, suplicándole que le salvara.
Le pidió el escarabajo al águila que perdonara a su amiga. Pero el águila, despreciando la insignificancia del escarabajo, devoró a la liebre en su presencia.
Desde entonces, buscando vengarse, el escarabajo observaba los lugares donde el águila ponía sus huevos, y haciéndolos rodar, los tiraba a tierra. Viéndose el águila echada del lugar a donde quiera que fuera, recurrió a Zeus pidiéndole un lugar seguro para depositar sus futuros pequeñuelos.
Le ofreció Zeus colocarlos en su regazo, pero el escarabajo, viendo la táctica escapatoria, hizo una bolita de barro, voló y la dejó caer sobre el regazo de Zeus. Se levantó entonces Zeus para sacudirse aquella suciedad, y tiró por tierra los huevos sin darse cuenta. Por eso desde entonces, las águilas no ponen huevos en la época en que salen a volar los escarabajos.

Nunca desprecies lo que parece insignificante, pues no hay ser tan débil que no pueda alcanzarte.

miércoles, 3 de junio de 2015

El Camello Sin Cuerda


Una caravana que iba por el desierto se detuvo cuando empezaba a caer la noche.

Un muchacho, encargado de atar a los camellos, se dirigió al guía y le dijo:

-Señor, tenemos un problema. Hay que atar a veinte camellos y sólo tengo diecinueve cuerdas. ¿Qué hago?

-Bueno -dijo el guía-, en realidad los camellos no son muy lúcidos. Ve donde está el camello sin cuerda y haz como que lo atas. El se va a creer que lo estás atando y se va a quedar quieto.

El muchacho así lo hizo. A la mañana siguiente, cuando la caravana se puso en marcha, todos los camellos avanzaron en fila. Todos menos uno.

-Señor, hay un camello que no sigue a la caravana.

-¿Es el que no atastes ayer porque no tenías soga?

-Sí ¿cómo lo sabe?

-No importa. Ve y haz como que lo desatas, si no va a creer que siguen atado. Y si lo sigue creyendo no caminará.

Este cuento ilustra de que forma los límites no lo impone la realidad, sino nuestras propias creencias.

¿Eres como el camello, atado sin cuerda?…


¿Qué esperas para comenzar a caminar?…

La Asamblea En La Carpinteria


Cuentan que en la carpintería hubo una vez una extraña asamblea. Fue una reunión de herramientas para arreglar sus diferencias.

El martillo ejerció la presidencia. Pero la asamblea le notificó que tenía que renunciar. ¿La causa?…¡hacía demasiado ruido! Y además se pasaba el tiempo golpeando.

El martillo aceptó su culpa, pero pidió que también fuera expulsada la garlopa. ¿Por qué? Hacía todo su trabajo en la superficie. No tenía nunca profundidad en nada.

La garlopa aceptó a su vez, pero le pidió la expulsión del tornillo. Adujo que había que darles muchas vueltas para que al fin sirviera para algo.

Ante el ataque, el tornillo aceptó también. Pero a su vez pidió la expulsión del papel de lija. Hizo ver que era muy áspero en su trato y que siempre tenía fricciones con los demás.

Y el papel de lija estuvo de acuerdo, a condición de que fuera expulsado el metro, que siempre se pasaba midiendo a los demás con su medida, como se fuera el único perfecto.

En eso entró el carpintero, se puso el delantal y se fue al banco para iniciar su trabajo. Utilizó el martillo, la garlopa, el papel de lija el metro y el tornillo. Finalmente la tosca madera inicial se convirtió en un lindo mueble.

Cuando la carpintería quedó nuevamente sola, la asamblea reanudó la deliberación. Fue entonces cuando tomó la palabra el serrucho, y dijo: “Señores, ha quedado demostrado que tenemos muchos defectos, pero el carpintero trabaja con nuestras cualidades. Eso es lo que nos hace valiosos. Así que no pensemos ya en nuestros puntos malos y concentrémonos en la utilidad de nuestros puntos buenos”.

La asamblea encontró entonces que el martillo era fuerte, contundente, y la garlopa suave, eficaz. Se dieron cuenta de que el tornillo tenía habilidad para unir y dar fuerza; y el papel de lija era especial para afinar situaciones y limar asperezas. Y observaron que el metro era preciso y exacto.

Se sintieron entonces un equipo capaz de ayudar a producir muebles de calidad. Se sintieron orgullosos de sus fortalezas, y de poder trabajar juntos.

¿Ocurre lo mismo en los seres humanos? Observe a su alrededor y lo comprobará. Cuando en su empresa, o en un hogar, o en una iglesia, club o asociación, sus miembros gastan su tiempo buscando defectos en los demás, la situación se vuelve densa y negativa. Y amenaza a la larga con su disolución.

En cambio, cuando las energías son enfocadas positivamente a encontrar sus mejores valores individuales, cuando tratamos con sinceridad de percibir los puntos fuertes de los demás, es ahí donde florecen los mejores logros humanos.

Y es que en verdad, nuestro aporte a cualquier grupo será en relación a nuestras cualidades. Y sus logros colectivos serán a pesar de nuestros defectos individuales.

Es más, muchos de esos defectos se minimizarán cuando se contrasten con las cualidades.

Esa es una buena razón para esforzarnos en encontrar cualidades en los demás.

Dale Carnegie advierte a este respecto: “Es fácil encontrar defectos, cualquier tonto puede hacerlo. Y la mayoría de ellos se empeña incesablemente en esto. Pero encontrar cualidades, eso es para los espíritus superiores que son capaces de inspirar todos los éxitos humanos”.

No deje usted que le vayan a salir con que existe alguien que no tiene ninguna cualidad. Si esto ocurriera, el mal no estaría en la persona analizada, porque es imposible que un ser humano carezca irremisiblemente de valores, el problema será entonces, que quien niega ver cualidades se ha vuelto tan negativo que ya es incapaz de ver lo bueno en los demás.


¿Hará usted el esfuerzo mañana mismo por usar esta técnica de éxito?

martes, 2 de junio de 2015

El Aguila, El Cuervo y El Pastor


Lanzándose desde una cima, un águila arrebató a un corderito.
La vio un cuervo y tratando de imitar al águila, se lanzó sobre un carnero, pero con tan mal conocimiento en el arte que sus garras se enredaron en la lana, y batiendo al máximo sus alas no logró soltarse.    
Viendo el pastor lo que sucedía, cogió al cuervo, y cortando las puntas de sus alas, se lo llevó a sus niños.
Le preguntaron sus hijos acerca de que clase de ave era aquella, y les dijo:
- Para mí, sólo es un cuervo; pero él, se cree águila.
  
Pon tu esfuerzo y dedicación en lo que realmente estás preparado, no en lo que no te corresponde.

El Poder De La Exclusividad


En un centro comercial de Estados Unidos se colocaron sobre una mesa dos cajas con galletas para ofrecérselas al público. Daba la impresión de tratarse de la promoción del producto, pero en realidad se trataba de una investigación sobre actitudes: una de las cajas permanecía casi llena, y la otra con apenas con dos o tres galletas, como si se estuvieran acabando. “¿Cuál es la que sabe mejor?”, preguntaban los encuestadores a cada persona que probaba las galletas. A la mayoría de la gente le gustaba más la galleta de la caja que se estaba acabando. Cada hora las cajas se intercambiaban de posición y los resultados se mantenían iguales. Un detalle: las dos cajas contenían el mismo tipo de galletas; la única diferencia era la aparente escasez de una de ellas.


«La comunicación eficaz», Lair Ribeiro.

lunes, 1 de junio de 2015

Aprender a Des-aprender


Según una vieja leyenda, un famoso guerrero, va de visita a la casa de un maestro Zen. Al llegar se presenta a éste, contándole de todos los títulos y aprendizajes que ha obtenido en años de sacrificados y largos estudios.

Después de tan sesuda presentación, le explica que ha venido a verlo para que le enseñe los secretos del conocimiento Zen.

Por toda respuesta el maestro se limita a invitarlo a sentarse y ofrecerle una taza de té.

Aparentemente distraído, sin dar muestras de mayor preocupación, el maestro vierte té en la taza del guerrero, y continúa vertiendo té aún después de que la taza está llena.

Consternado, el guerrero le advierte al maestro que la taza ya está llena, y que el té se escurre por la mesa.

El maestro le responde con tranquilidad “Exactamente señor. Usted ya viene con la taza llena, ¿cómo podría usted aprender algo?

Ante la expresión incrédula del guerrero el maestro enfatizó: “A menos que su taza esté vacía, no podrá aprender nada”.

Actitud Mental


Un joven llegó a la entrada de un pueblo y acercándose a un anciano le preguntó:

“¿Qué clase de persona vive en este lugar?”
“¿Qué clase de persona vive en el lugar de donde tú vienes?”, preguntó a su vez el anciano.

“Bueno, un grupo de egoístas y malvados – replicó el joven -. Estoy feliz de haberme ido de allí.”

El anciano contestó: “Lo mismo vas a encontrar aquí”.

Ese mismo día, otro joven se acercó al anciano y preguntó:
“¿Qué clase de personas viven en este lugar?”

El viejo respondió con la misma pregunta:
“¿Qué clase de personas viven en el lugar de donde tú vienes?”
“Gente magnífica, honesta, amigable, hospitalaria, me duele mucho haberlos dejado”.
“Lo mismo encontrarás aquí”, respondió el anciano.
Un hombre que había oído ambas conversaciones preguntó al viejo:
“¿Cómo es posible dar dos respuestas diferentes a la misma pregunta?”

A lo cual el viejo respondió:

“Cada cual lleva en su corazón el medio ambiente donde vive. Aquel que no encontró nada nuevo en los lugares donde estuvo, no podrá encontrar otra cosa aquí. Aquel que encontró amigo allá, podrá encontrar también amigos aquí, porque la actitud mental es lo único en tu vida sobre lo cual puedes mantener control absoluto.”