jueves, 17 de julio de 2008

Un gesto generoso

Un gesto generoso

Miércoles, 26

Garrone se ha dado a conocer precisamente esta mañana.

Cuando entré en clase -un poco tarde por haberme detenido la maestra de la primera superior para preguntarme a qué hora podía venir a casa-, el maestro no había llegado todavía y tres o cuatro chicos se estaban metiendo con el pobre Crossi, el rubio del brazo malo y cuya madre es verdulera. Le pegaban con las reglas, le tiraban a la cara cáscaras de castañas, le decían motes y le remedaban poniéndose el brazo como en cabestrillo. El pobrecito estaba solo en su banco del fondo, asustado, y daba compasión verle mirar a uno y otro con ojos suplicantes para que lo dejasen en paz. Pero los otros arreciaban en sus burlas y él empezó a temblar y a ponerse rojo de ira.

De pronto, Franti, el descarado, se subió a un banco y, haciendo ademán de llevar dos cestas en los brazos, ridiculizó a la madre de Crossi cuando acudía a esperarlo a la puerta, pues ahora no va por estar enferma. Muchos se rieron a carcajadas. Entonces Crossi perdió la paciencia y, cogiendo un tintero, se lo tiró a la cabeza con toda su fuerza; pero Franti se agachó y el tintero fue a dar al pecho del maestro que entraba en aquel preciso momento.

Todos corrieron a sus respectivos puestos y callaron atemorizados.

El maestro, pálido, subió al estrado y con voz alterada preguntó:

- ¿Quién ha sido?

Nadie respondió.

El maestro preguntó, levantando más la voz:

- ¿Quién ha sido?

Entonces Garrone, sintiendo compasión del pobre Crossi, se puso de pie y dijo con resolución:

- Un servidor.

El maestro le miró y nos miró a todos, que estábamos pasmados, y luego replicó con voz tranquila:

- No has sido tú.

Pasado un momento añadió:

- El culpable no será castigado. ¡Que se levante!

Crossi se levantó y dijo entre sollozos:

- Me pegaban y me insultaban, perdí la cabeza y tiré ...

- Siéntate -dijo el maestro-. ¡Qué se pongan de pie los que le han provocado!

Cuatro se levantaron con la cabeza gacha.

- Vosotros -dijo el maestro- habéis insultado a un compañero que no os provocaba; os habéis burlado de un desgraciado y pegado a un débil que no podía defenderse. Con vuestro proceder habéis cometido una de las acciones más ruines y vergonzosas con que se puede manchar una criatura humana. ¡Cobardes!

Dicho esto, pasó entre los bancos, puso una mano en la barbilla de Garrone, que estaba con la vista baja, y, alzándole la cabeza y mirándole fijamente, le dijo:

- ¡Tienes un alma noble!

Aprovechando la ocasión, Garrone murmuró no sé qué palabra al oído del maestro, y éste, volviéndose hacia los cuatro culpables, les dijo bruscamente:

- Os perdono.

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