martes, 1 de enero de 2019

Un Cuento de Año Nuevo


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Cuenta la leyenda que hay un modo de conseguir que el año que empieza cumpla casi todos nuestros sueños. Según esa creencia el tiempo nace y envejece. Se encarna cada año y vive bajo el nombre que le damos. El 31 de diciembre coinciden por un segundo la personalización del año nuevo, como un niño, y del viejo, que ya se ha convertido en un anciano. Cuando se cruzan, el año que acaba sólo tiene un momento para aconsejar al pequeño que llega.

Según esa tradición, hay un modo de lograr que desde el 1 de enero nuestro tiempo nos regale preciosas vivencias y días felices. Al parecer, el mayor miedo del tiempo consiste en desaparecer. Dicen que odia los relojes de arena porque le recuerdan lo efímero de su paso por la vida de los hombres.

En esa creencia se basan los que conjuran al tiempo con tarritos de cristal.

Todos los que conocemos esa costumbre, antes de que acabe el año, compramos un frasco de cristal mientras nos concentramos en concederle la inmortalidad al año que va a empezar.
En él guardaremos los recuerdos maravillosos de felicidad que el año nuevo nos regale.

Cada vez que sucede algo digno de ser recordado… lo apuntamos en un papel y los guardamos en el frasco para no olvidar que ese año nos regaló la vivencia de enamorarnos, de ascender en el trabajo o de aprobar el carnet de conducir…

Todo lo bueno que nos suceda ha de ser convenientemente anotado.
Si es cierto lo que cuenta esa leyenda, cuando el año que se va y el que empieza se crucen… el que nos deja le dirá al recién llegado que los días felices que nos depare  serán eternos, y que se guardarán en un frasco de cristal con su nombre.
Antes de dar las doce y tomar las uvas abriremos la tapa, meteremos el primer papel con el nombre de nuestro año nuevo y diremos en voz alta el conjuro:

“A lo malo… olvido

       y  el recuerdo alegre

al  futuro… vivo”

Con ese conjuro nos comprometemos a conceder la inmortalidad a todos los días y vivencias buenas que nos depare el año.

El tarrito se irá llenando tanto… ¡que lo más probable es que tengamos que comprar otro antes de que acabe el año!

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