domingo, 2 de agosto de 2009

La otra mejilla

Existía un monasterio que estaba ubicado en lo alto de la montaña. Sus monjes
eran pobres, pero conservaban en una vitrina tres manuscritos antiguos, muy
piadosos. Vivían de su esforzado trabajo rural y fundamentalmente de las
limosnas que les dejaban los fieles curiosos que se acercaban a conocer los tres
rollos, únicos en el mundo. Eran viejos papiros, con fama universal de
importantes y profundos pensamientos.

En cierta oportunidad un ladrón robó dos rollos y se fugó por la ladera. Los
monjes avisaron con rapidez al abad. El superior, como un rayo, buscó la parte
que había quedado y con todas sus fuerzas corrió tras el agresor y lo alcanzó:
"¿Qué has hecho? Me has dejado con un solo rollo. No me sirve. Nadie va a venir
a leer un mensaje que está incompleto. Tampoco tiene valor lo que me robaste. O
me das lo que es del templo o te llevas también este texto. Así tienes la obra
completa." "Padre, estoy desesperado, necesito urgente hacer dinero con estos
escritos santos".El abad le dijo "Bueno, toma el tercer rollo. Si no se va a
perder en el mundo algo muy valioso. Véndelo bien. Estamos en paz." y lo dejó ir
con el tesoro.

Los monjes no llegaron a comprender la actitud del abad. Estimaron que se había
comportado débil con el rapaz, y que era el monasterio el que había perdido.
Pero guardaron silencio, y todos dieron por terminado el episodio.

Cuenta la historia que a la semana , el ladrón regresó. Pidió hablar con el
Padre Superior: " Aquí están los tres rollos, no son míos. Los devuelvo. Te pido
en cambio que me permitas ingresar como monje. Cuando me alcanzaste, todo me
esperaba menos que tuvieras la generosidad como para darme el tercer rollo, la
confianza en mí como para creer el valor de mi necesidad y que todavía me
dijeras que estábamos en paz, perdonándome con mucha sinceridad. Eso me ha hecho
cambiar. Mi vida se ha transformado".

Nunca ese hombre, había sentido la grandeza del perdón, la presencia de la
generosidad excelente. El abad recuperó los tres manuscritos para beneficio del
monasterio, ahora mucho más concurrido por la leyenda del robo y del
resarcimiento. Y además consiguió un monje trabajador y de una honestidad a toda
prueba.

El agresor espera agresión, no una respuesta creativa, inesperada, insólita. No
sospecha, la conmoción, del poder incalculable de poner la otra mejilla

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