He de estar
alucinando, parece que las paredes del iglú se estrechan”. Esto pensó un
explorador que viajó hasta la Antártida para realizar una investigación, y ante
la amenaza de una fuerte tormenta se refugió en un iglú donde permaneció unos
días.
Sin
embargo, el pensamiento de que las paredes se acercaban lo invadía cada vez con
mayor frecuencia hasta que se dio cuenta de que no alucinaba, en efecto, las
paredes del iglú se aproximaban cada vez más a él, pues, como descubrió, la
humedad de su propia respiración se adhería al hielo y lo engrosaba. La ironía
lo hizo reír: “Si no salgo pronto de aquí, lo que es mi refugio se convertirá
en mi tumba.”
De la misma manera, los seres humanos
solemos refugiarnos en “algo” que en principio nos da seguridad, pero que termina
por enterrar nuestra naturaleza. Esto sucede cuando perdemos el contacto con
nuestra propia esencia (lo que soy en realidad, y no lo que yo creo que debería
de ser). Como resultado, aparece la no aceptación y un amor condicionado. Y con
esto el miedo… que se vale de muchos apellidos: miedo a no ser suficientemente
“bueno”, miedo a perder el amor de los demás, miedo a equivocarnos, miedo…
miedo… Así que para protegernos de este miedo nos refugiamos detrás de
máscaras, de justificaciones, adicciones, compulsiones,… que terminan
convirtiéndose en una cárcel. Dale voz a tu esencia…. antes de que el refugio
se convierta en tu cárcel.
Fragmento
extraído de “Conéctate contigo mismo”
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