Había
una vez un hombre que vivía con su hijo en una casita del campo. Se dedicaba a
trabajar la tierra y tenía un caballo para la labranza y para cargar los
productos de la cosecha, era su bien más preciado. Un día el caballo se escapó
saltando por encima de las bardas que hacían de cuadra. El vecino que se
percató de este hecho corrió a la puerta de nuestro hombre diciéndole:
-Tu
caballo se escapó, ¿que harás ahora para trabajar el campo sin él? Se te
avecina un invierno muy duro, ¡qué mala suerte has tenido!
El
hombre lo miró y le dijo:
-¿Buena
suerte o mala suerte? Sólo Allah lo sabe.
Pasó
algún tiempo y el caballo volvió a su redil con diez caballos salvajes con los
que se había unido. El vecino al observar esto, otra vez llamó al hombre y le dijo:
-No solo
recuperaste tu caballo, sino que ahora tienes diez caballos más, podrás vender
y criar. ¡Qué buena suerte has tenido!
El
hombre lo miró y le dijo:
-¿Buena
suerte o mala suerte? Sólo Allah lo sabe.
Más
adelante el hijo de nuestro hombre montaba uno de los caballos salvajes para
domarlo y calló al suelo partiéndose una pierna. Otra vez el vecino fue a
decirle:
-¡Qué
mala suerte has tenido! Tu hijo se accidentó y no podrá ayudarte, tu eres ya
viejo y sin su ayuda tendrás muchos problemas para realizar todos los trabajos.
El
hombre, otra vez lo miró y dijo:
-¿Buena
suerte o mala suerte? Sólo Allah lo sabe.
Pasó el
tiempo y en ese país estalló la guerra con el país vecino de manera que el
ejército iba por los campos reclutando a los jóvenes para llevarlos al campo de
batalla. Al hijo del vecino se lo llevaron por estar sano y al de nuestro
hombre se le declaró no apto por estar imposibilitado. Nuevamente el vecino
corrió diciendo:
-Se
llevaron a mi hijo por estar sano y al tuyo lo rechazaron por su pierna rota.
¡Qué buena suerte has tenido!
Otra vez
el hombre lo miró diciendo:
-¿Buena
suerte o mala suerte? Sólo Allah lo sabe
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