Hace millones de años, quiso el agua del mar darse un paseo por el Cosmos.
Tras mucho pensar, llegó a la conclusión de que tenía que pedir ayuda al Sol.
Así lo hizo cierta mañana; y al mediodía, el astro rey le envió potentísimos rayos, convirtiendo una parte de ella en vapor, que subió alto, formando blancas y algodonosas nubes.
A su vez, el Sol sintió el suave y reconfortante efecto de la humedad, que le alivió sobremanera.
Al llegar el invierno, el frío condensó el vapor; y el agua, en forma de pequeñas gotas, retornó a su lugar de origen.
Desde entonces, tan fructífero ciclo no cesó de repetirse. Y tanto al mar como al Sol se les oye decir con frecuencia:
"Ayudar a otros equivale a ayudarse a uno mismo"
miércoles, 17 de febrero de 2010
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