Florinda era una planta muy hermosa de grandes flores blancas y hojas verdes, verdes color menta muy luminosas y fuertes. Una mañana una nueva flor nació y desde ese momento para Florinda todo fue diferente.
La bella flor repetía constantemente:
-Muchas gracias Florinda por hacerme florecer pero no quiero estar aquí parada en una rama, quiero volar.
Florinda al principio le contestaba:
-Querida flor nuestra misión es dar alimento a las abejas, a la tierra, a las hojas y dar belleza, ya lo entenderás más adelante.
La flor no conseguía acostumbrarse a estar colocada en su rama y de repente una noche Florinda escuchó un ruido en las sombras, Uwiii, Uwiii…. ¿Qué será este ruido? Florinda revisó todas sus hojas, sus ramas y sus flores y encontró la respuesta. La nueva flor lloraba desconsolada apoyando los pétalos sobre su rama. Florinda ya sabía lo que le pasaba y decidió ayudarla, no quería verla así.
-¿Qué puedo hacer? ¿Qué puedo hacer?
Florinda tuvo una idea dos noches después, cuando se encontró a un pájaro rodeando sus hojas y sus flores, lo llamó sigilosa moviendo la tierra de su planta. El pájaro extrañado se acercó a ella y escuchó en silencio:
-Hola pajarito, necesito tu ayuda, una de mis flores esta triste porque lo que le haría feliz sería volar. ¿Tú podrías ayudarme? ¿Cómo consigues volar?
El pajarito quedó sorprendido y le dijo:
-Nosotros volamos porque tenemos alas, sin ellas es imposible. Y nuestras alas ya nacen con nosotros, todos somos diferentes.
-Uhmmm, que pena. Entonces no se puede hacer nada.
-Bueno podemos hacer una cosa, esta mañana podría coger a la flor en mi pico y hacer un pequeño viaje conmigo. Lo único es que luego tendrías que hacer un esfuerzo para poder poner a la flor en su rama.
-¡Ay! Eso sería estupendo.
Florinda organizó el viaje con el pájaro y hablo con su nueva flor blanca, esta se puso muy muy feliz y le prometió que tras el viaje con el pajarito no volvería a llorar y estar triste.
Al día siguiente el pajarito la vino a buscar, la cogió en su pico arrastrándola delicado de su rama. En cuanto alzó el vuelo la flor sonrió feliz, incluso tarareó alguna canción para agradecer al pájaro su regalo. El aire movió sus pétalos, el sol regó su polen y ella supo que no quería regresar a la planta. Intentó convencer al pájaro pero este le dijo:
-No puede ser, Florinda ha sido muy buena contigo. El que promete algo siempre lo tiene que cumplir.
-Tienes razón –-dijo la flor entendiendo lo que le decía el pajarito.
Y así fue, el pájaro consiguió dejar a la flor justo en la rama donde la cogió, Florinda abrazó con su tierra a la flor y se despidió agradecida del pájaro.
A partir de ahí todos fueron muy felices mientras la pequeña flor contaba al resto de sus compañeras todo lo que había vivido desde el aire.
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La bella flor repetía constantemente:
-Muchas gracias Florinda por hacerme florecer pero no quiero estar aquí parada en una rama, quiero volar.
Florinda al principio le contestaba:
-Querida flor nuestra misión es dar alimento a las abejas, a la tierra, a las hojas y dar belleza, ya lo entenderás más adelante.
La flor no conseguía acostumbrarse a estar colocada en su rama y de repente una noche Florinda escuchó un ruido en las sombras, Uwiii, Uwiii…. ¿Qué será este ruido? Florinda revisó todas sus hojas, sus ramas y sus flores y encontró la respuesta. La nueva flor lloraba desconsolada apoyando los pétalos sobre su rama. Florinda ya sabía lo que le pasaba y decidió ayudarla, no quería verla así.
-¿Qué puedo hacer? ¿Qué puedo hacer?
Florinda tuvo una idea dos noches después, cuando se encontró a un pájaro rodeando sus hojas y sus flores, lo llamó sigilosa moviendo la tierra de su planta. El pájaro extrañado se acercó a ella y escuchó en silencio:
-Hola pajarito, necesito tu ayuda, una de mis flores esta triste porque lo que le haría feliz sería volar. ¿Tú podrías ayudarme? ¿Cómo consigues volar?
El pajarito quedó sorprendido y le dijo:
-Nosotros volamos porque tenemos alas, sin ellas es imposible. Y nuestras alas ya nacen con nosotros, todos somos diferentes.
-Uhmmm, que pena. Entonces no se puede hacer nada.
-Bueno podemos hacer una cosa, esta mañana podría coger a la flor en mi pico y hacer un pequeño viaje conmigo. Lo único es que luego tendrías que hacer un esfuerzo para poder poner a la flor en su rama.
-¡Ay! Eso sería estupendo.
Florinda organizó el viaje con el pájaro y hablo con su nueva flor blanca, esta se puso muy muy feliz y le prometió que tras el viaje con el pajarito no volvería a llorar y estar triste.
Al día siguiente el pajarito la vino a buscar, la cogió en su pico arrastrándola delicado de su rama. En cuanto alzó el vuelo la flor sonrió feliz, incluso tarareó alguna canción para agradecer al pájaro su regalo. El aire movió sus pétalos, el sol regó su polen y ella supo que no quería regresar a la planta. Intentó convencer al pájaro pero este le dijo:
-No puede ser, Florinda ha sido muy buena contigo. El que promete algo siempre lo tiene que cumplir.
-Tienes razón –-dijo la flor entendiendo lo que le decía el pajarito.
Y así fue, el pájaro consiguió dejar a la flor justo en la rama donde la cogió, Florinda abrazó con su tierra a la flor y se despidió agradecida del pájaro.
A partir de ahí todos fueron muy felices mientras la pequeña flor contaba al resto de sus compañeras todo lo que había vivido desde el aire.
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