Una
historia de Etiopía nos presenta a un anciano que, en su lecho de muerte, llamó
a sus tres hijos y les dijo:
- No
puedo dividir en tres los que poseo. Eso dejaría muy pocos bienes a cada uno de
vosotros. He decidido dar todo lo que tengo, como herencia, al que se muestre
más hábil, más inteligente, más astuto, más sagaz. Dicho de otra forma, a mi
mejor hijo.
He
dejado encima de la mesa una moneda para cada uno de vosotros. Tomadla.
El que
compre con esa moneda algo con lo que llenar la casa se quedará con todo. Se
fueron.
El
primer hijo compró paja, pero sólo consiguió llenar la casa hasta la mitad.
El
segundo hijo compró sacos de pluma, pero no consiguió llenar la casa mucho más
que el anterior.
El
tercer hijo -que consiguió la herencia- sólo compro un pequeño objeto. Era una
vela. Esperó hasta la noche, encendió la vela y llenó la casa de luz.
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