Entre
unas altas montañas había una aldea pequeña, de unos treinta vecinos, estaban
aislados de otros pueblos que había alrededor. Al no poder salir, los vecinos
se suministraban sus propios alimentos, ya que cosechaban anualmente muy
diversos productos, como los cereales para poder hacer pan; carne del ganado;
hortalizas y fruta de la huerta; pescado del río llamado “Riofrio”, etc.
Esta
aldea carecía de médico, el más próximo estaba a unos quince kilómetros, pero
no iba casi nunca a visitar a los enfermos porque no tenía prácticamente
acceso, solo una senda de cabras entre las montañas.
En
Santamera, que así se llamaba la aldea, todos sus vecinos se dedicaban en sus
quehaceres del campo o el ganado, todos se llevaban como una familia y eran muy
felices.
En esta
aldea vivía Jacinto, una persona mayor que se dedicaba a cuidar gallinas,
cerdos, pájaros y muchos más animales. Tanto quería a sus animales que les
enseñaba la forma de expresarse y comunicarse con los vecinos por medio de
dibujos.
De entre
estos animales tenía una gaviota que era la más lista y obediente de entre
todos. Vivía en una jaula grande que estaba siempre abierta, iba al campo y en
el pico traía toda clase de alimentos para sus amigos, les llevaba insectos,
trigo, maíz y muchas cosas más, por eso todos querían mucho a la gaviota.
Cierto
día, Jacinto, el dueño de los animales, recibió la visita de uno de sus
vecinos, el cual fue a pedirle ayuda. Le solicitó que le socorriera, ya que era
un anciano, pero con una inteligencia sobrenatural. El anciano tenía una hija
muy enferma y como de costumbre, los vecinos hacían ellos mismos los
medicamentos a base de hierbas curativas naturales, pero en este caso no mejoraba la niña con nada de
lo que le daban.
Jacinto
preocupado en el caso de la niña enferma y viendo que las hiervas no le
mejoraban, pensó que la mejor forma de que estuviera mejor era que un médico le
ayudara, pero estaba muy lejos y no podían avisarle rápidamente.
La
gaviota pensó en ir ella a buscar al médico, Jacinto escribió una nota de
petición para que fuera de forma urgente a visitar a la niña. En la nota había
dibujado una cruz roja que se la enseñó a la gaviota y después la ató a su
pata, y veloz partió en busca del doctor. Al cabo de una hora, el médico se presentó
en una caballería en la casa de la niña. Enseguida la dio los medicamentos
necesarios y la niña a los pocos días ya estaba sana corriendo por la calle.
Toda la
aldea estaba orgullosos de la gaviota, que por su gran rapidez la niña se había
salvado. Le daban la enhorabuena a Jacinto por sus enseñanzas a los animales,
en especial a la gaviota.
Desde
entonces, todas las cartas para las distintas aldeas de los familiares las
llevaba la gaviota. Por su buen hacer en el pueblo le hicieron cartera oficial
de Santamera a la cariñosa e inteligente gaviota, que con su destreza y buen
hacer podían comunicarse con todas las aldeas de las montañas.
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