El maestro Zen Mu-nan sabía que no tenía más que un sucesor: su discípulo Shoju.
Un día le hizo llamar y le dijo:
– Yo ya soy un viejo, Shoju, y eres tú quien debe proseguir estas enseñanzas. Aquí tienes un libro que ha sido transmitido de maestro a maestro durante siete generaciones. Yo mismo he añadido al libro algunas notas que te serán de utilidad. Aquí lo tienes. Consérvalo como señal de que eres mi sucesor.
– Yo ya soy un viejo, Shoju, y eres tú quien debe proseguir estas enseñanzas. Aquí tienes un libro que ha sido transmitido de maestro a maestro durante siete generaciones. Yo mismo he añadido al libro algunas notas que te serán de utilidad. Aquí lo tienes. Consérvalo como señal de que eres mi sucesor.
– Harías mejor en guardarte el libro, replicó Shoju. Tú me transmitiste el Zen sin necesidad de palabras escritas y seré muy dichoso de conservarlo de este modo.
– Lo sé, lo sé – dijo con paciencia Mu-nan. Pero aún así el libro ha servido a siete generaciones y también puede ser útil para ti. De modo que tómalo y consérvalo.
Se hallaban los dos hablando junto al fuego. En el momento en que los dedos de Shoju tocaron el libro, lo arrojó al fuego. No le apetecían nada las palabras escritas.
Mu-nan; a quien nadie había visto jamás enfadado, gritó:
– ¿Qué disparate estás haciendo?
– ¿Qué disparate estás haciendo?
Y Shoju le replicó:
– ¿Qué disparate estás diciendo?
– ¿Qué disparate estás diciendo?
Maestro: el guru habla con autoridad de lo que él mismo ha experimentado. Nunca cita un libro.
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