Anita
era una niña que creía firmemente en la existencia de los fantasmas y al
acercarse la Noche de Brujas o Halloween, solo quería al salir en busca de
golosinas, encontarse con un terrorífico fantasma para pasar un buen
"susto", ya que eso la divertiría.
Anita
era amante de los cuentos de terror.
La noche
del 31 de Octubre, Anita se disfrazó y junto a sus amiguitas se dirigió a
recorrer su barrio con la ilusión de conseguir muchos dulces, pero siempre
comentaba cuánto le emocionaría el encuentro con algo del mas allá.
De
regreso en casa, la cual estaba muy bien decorada para la ocasión, procedió a
cenar con su familia y luego se retiró a su habitación, no sin antes quitarse
el maquillaje y el consabido disfraz.
Luego, y
procurando que nadie la observara, buscó un buen escondite donde guardar todas
las golosinas que había recolectado.
Pronto
se durmió.
Como a
medianoche, un pequeño ruidito la despertó, ya que con todo lo que su pequeña
barriga había comido, su sueño no era muy profundo.
Miró por
sobre las sábanas y cual sería su sorpresa al observar levemente iluminada por
la luz que se filtraba por las persianas de su habitación,
¡¡¡ Un
Fantasma !!!
Todo de
blanco, se deslizaba como flotando, una imagen difusa, que en la penumbra
parecía subir y bajar.
Anita
obserbava atentamente, apenas asomada bajo las cobijas de su cama y casi sin
respirar, los movimientos de aquella entidad.
Luego de
unos instantes que a ella le parecieron eternos, la figura espectral salió de
su vista.
Fue tan
grande el miedo que Anita sintió, que no pudo reaccionar y solo escuchando los
fuertes latidos de su pequeño corazón, al fin se quedó dormida.
Por la
mañana, luego de despertar, corrió escaleras abajo a contar a su familia lo
ocurrido la noche anterior.
Su madre
intentaba en vano convencerla de lo absurdo de su relato, amenazándola con que
en la próxima noche de Brujas no la dejaría salir a pedir golosinas, ya que eso
le hacía ver cosas que no existían, pero Anita fue tan convincente en su relato
que sus padres subieron con ella hasta su cuarto.
Una vez
allí, Anita les mostró los lugares donde el fantasma se había paseado, pero
¡oh, sorpresa!, su escondite había sido saqueado y ya no estaban allí ni sus
caramelos, ni sus chocolates, ni sus galletas, conseguidas con tanto esfuerzo
la tarde anterior.
En eso
estaban cuando aparece Carlos, el hermano mayor de Anita, quejándose de un
fuerte dolor de barriga.
Los
padres de Anita se asustaron mucho, pensando en que quizá Carlos tenía un
ataque de apendicitis y rápidamente salieron con él rumbo al Hospital, dejando
a Anita al cuidado de una vecina.
Luego de
tres horas, regresaron a casa Carlos y sus padres, quienes estaban bastante
enojados.
Lo que
el hermano de Anita tenía solo era una gran indigestión, producto de comerse
todas las golosinas de Anita.
Efectivamente,
Carlos, conocedor del anhelo de Anita, se cubrió con una sábana y entrando a la
habitación de su hermana robó y comió todo lo recolectado.
Este sí
que fue un fantasma muy travieso...